Desde
los años principios de los noventa, yo tenía un proyecto que casi me
obsesionaba: escribir la biografía de Osca Panno. Era todo un vacío que existía
en la bibliografía ajedrecística nacional e internacional. Allá por el año 2003,
estaba presente en una de las clases que daba Panno en River Plate, cuando Diego
Valerga le preguntó al maestro: “Oscar, ¿para cuando un libro con su vida y sus
partidas?”. La pregunta quedó flotando en el aire, y yo, como justo se había
tocado mi viejo proyecto, por primera vez me animé a manifestarlo en voz alta.
Dije que desde mucho tiempo atrás sentía ganas de hacer ese libro, a lo que
recuerdo que Panno respondió. “Ojo que escribir un libro es un trabajo
agotador. Tenés que tener realmente muchas ganas”. Recuerdo también que Valerga
me dio un gran aliento. “Enrique, es una gran idea. Contá conmigo en todo lo
que necesites”.
Salí
de la clase con el proyecto dándome vueltas en la cabeza. Esta vez estaba decidido
a concretarlo, y como ahora conocía a un editor de libros de ajedrez, Héctor
Álvarez Castillo, (en adelante HAC) tuve la estúpida idea de pensar que ello
facilitaría mucho las cosas. Como verán pronto, me equivoqué muchísimo.
Manos a la
obra
Esa
misma semana hablé con HAC. Le entusiasmó la idea, y hasta me ofreció en
préstamo un pequeño y antiguo grabador a casete, tipo periodista. Tal vez, el
mismo que usó para entrevistar a Borges. Con ese aparato, pocos días después
estaba registrando charlas con Panno todos los sábados una hora antes del
comienzo de sus clases en Ríver.
Recuerdo
también que uno de esos sábados para mí había resultado muy especial. Era el
17/04/2004, en cuya mañana se efectuó el sepelio de mi madre, fallecida el día
anterior. Cuando quise acordar me di cuenta que no le había podido avisar a Panno,
quien iba a llegar una hora antes a su clase exclusivamente para encontrarse
conmigo. Podía haberlo llamado a la casa para explicarle la entendible razón
por la que esa tarde no iría. Pero tomé otra decisión: mi vieja había sido
periodista, y estaba muy contenta de que estuviera escribiendo ese libro. Así
que, como un homenaje a ella, me encontré con Panno a la hora convenida y
realicé la entrevista como todos los sábados.
Así
fue como acumulando horas de grabación, información de diarios, revistas y libros,
recuerdos personales (lo conozco a Oscar y lo trato asiduamente desde 1973),
aportes de maestros del ajedrez (19 destacados jugadores comentaron las
partidas del libro) y otros colaboraciones de amigos del ambiente, el libro fue
tomando forma. Debo acotar que el principal colaborador era el propio Panno.
Cada nuevo capítulo que escribía, lo imprimía y se lo mostraba a él, quien,
además de chequear la corrección de la información, muchas veces a partir de la
lectura del texto recordaba algún otro suceso, alguna anécdota más, y el libro
se iba enriqueciendo.
Así
fue como llegamos a fines del año 2005, en que envié por mail a HAC un gran
archivo en Word de 266 páginas, y a su vez, en forma física, le entregué ese
mismo material impreso junto con varios sobres conteniendo recortes de diarios
y fotos que me había facilitado Panno de su colección particular, para que como
editor iniciase las tareas de corrección y “puesta en planta” del libro.
Con
todos esos elementos, sólo llegó a devolverme –en enero 2006- los impresos con
correcciones en lapicera que sometía a mi consideración. En el trabajo de
edición de libros, es una práctica obligada la llamada “corrección de estilo”,
por la cual un corrector dependiente de la editorial revisa los textos para
detectar eventuales errores gramaticales u ortográficos, que luego somete a la
consideración del autor. Yo devolví ese material marcando las correcciones que
aceptaba y las que no, además de nuevas correcciones de Panno y mías.
A
partir de allí, HAC debía entregarme lo que se conoce como “prueba de galera”,
es decir, una impresión del libro en formato PDF, con las correcciones
incorporadas, el ordenamiento de páginas y fotos, tal como debería quedar la
versión final, a fin de que Panno y yo efectuásemos una ronda final de enmiendas,
hasta llegar al libro definitivo.
Camino al
calvario
Y
aquí tuve mi primera sorpresa: pasaban los meses, y ese nuevo avance nunca se
producía. Las excusas eran de variada índole: desde otras prioridades en la
programación de su editorial hasta la búsqueda de un ajedrecista de gran nivel
para escribir el prólogo. HAC decía que le había pedido por mail al GM Jan
Timman, pero que éste no le contestaba…Esa parte la solucioné contactándome con
Jorge Rubinetti, y entregué el prólogo que escribió este compatriota maestro
internacional, solucionando el inconveniente. Pero, las cosas no cambiaron
mucho. La prueba de galera no aparecía, y con Panno ya empezamos a temer –medio
en broma y medio en serio- que si el costo de una resma de papel y los
cartuchos de tinta que hacían falta para imprimir esa prueba era para el editor
una erogación elevada, estábamos en el horno, el libro no lo iba a poder editar
jamás.
No
tiene nada de malo ser artista y a la vez pobre. Pero es imperdonable ofrecerse
como productor de cine o como editor, y no tener recursos para cumplir los
compromisos.
Ante
esta situación que se perfilaba, Oscar ya comenzó a nombrar a Ediciones Colihue
como alternativa. Él ya había hablado con su dueño, el señor Aurelio Narvaja, y
le había explicado el problema que teníamos. Narvaja respondió que con gusto aceptaría
editar el libro. -“Una editorial que no tiene capacidad para editar un libro,
no es una editorial” -fue su diagnóstico de la situación. La propuesta que hizo
Narvaja, para que nadie pierda, era comprarle a HAC los archivos de edición y
hasta hacer figurar el sello “Álvarez Castillo Editor” entre los créditos del
libro, creando una ficción de “co-edición” entre ambas editoriales. Si HAC no
aceptaba esto, simplemente Colihue producía un nuevo archivo de edición, volvía
a escanear las fotos y el libro se editaba con total prescindencia de “Álvarez
Castillo Editor”.
Yo
me alegré de que existiera ese “Plan B” (que en realidad, comparando la
envergadura de ambas editoriales, debió haber sido el “Plan A”). No quise
romper con HAC todavía, en función de la amistad que tenía, le quería dar una
nueva oportunidad. Me reuní con él y Fernando Pedró (que no abrió la boca en
toda la reunión) a principios de julio de 2007, en un bar de la calle Bauness y
les comenté que existía la posibilidad de una edición conjunta con Ediciones
Colihue, y que si HAC aceptaba, se podría concretar alguna reunión y llegar a
un acuerdo. HAC me dijo que no quería “ir de punto” con el dueño de Colihue. Me
pidió un plazo de tres meses más, al cabo de los cuales, octubre de 2007, el
libro iba a estar en la calle sí o sí.
Acepté
darle, por última vez, una oportunidad, y al día siguiente de esta charla tomé
una decisión que el tiempo demostró que fue fundamental: fui a registrar mi
propiedad intelectual de la obra en la Dirección Nacional
de Derecho de Autor (en adelante DNDA). Pensé que el libro ya venía dando
vueltas un montón de tiempo sin editarse, y ahora iba a estar otros tres meses
en la misma situación. No confiaba en el profesionalismo de HAC para resguardar
los textos inéditos que tenía en su poder. Y ante esa duda, seguí el consejo
que me venía dando mi amigo Federico Carabajal, un premiado realizador de
cortos cinematográficos: “Lo primero que hago cuando termino una película, antes
que la vea mi propia sombra, es ir a registrarla”.
Como
gesto de que esta vez las cosas estaban encaminadas, HAC en pocos días se
apareció con la prueba de galera, ahora si, con fotos, una partida comentada
por Fernando Pedró (cuya inclusión ya estaba convenida), un índice onomástico
del libro, y hasta con el agregado de algunas notas al pie que figuraban como
“nota del editor”. No me habían pedido autorización para agregar ni estas
últimas ni el índice onomástico, pero no me parecieron improcedentes. No
significaban un aporte muy importante, pero tampoco estaban mal, así que los
acepté. Miramos el material con Panno y efectuamos correcciones sobre el nuevo
impreso, y en pocos días devolvimos todo. Sólo restaba esperar que ahora, por
fin, HAC nos avisara que el libro estaba entrando a imprenta.
Pero
nuevamente me daría cuenta que mi inocencia era absolutamente incorregible: Pasó
el mes de octubre, y otra vez empezaron a acumularse los días, las semanas, y
la ansiada noticia no se producía. En cierto momento, me llama HAC. “Por fin,
me estará por avisar que el libro entró a los talleres” pensé. Pero nada que
ver: como el convenio de edición que había arreglado con él consistía en que yo
debía efectuar una compra anticipada de 150 ejemplares (sobre un total de 1.000
y aportando el 25% del costo de la impresión) para ayudar a financiar el libro,
HAC me llamaba para que le vaya anticipando ese aporte, que estimábamos entonces
en $ 3.500.- (tengo, además, el correo con este pedido, pero no quiero abrumar
a los lectores). De la charla y el correo surgió que el monto solicitado no era
para pagarle el anticipo a la imprenta, sino porque él tenía alguna necesidad
financiera en el flujo de fondos de su negocio. Cuando le pregunté como pensaba
solventar el libro si era evidente que no tenía recursos ni para mantenerse él,
me dijo que estaba tramitando un préstamo en el Fondo Nacional de las Artes.
Cuando lo recibiera, con total seguridad, el libro se imprimía.
La
noticia algo me alegró, Por fin parecía verse la luz al final del túnel. Pero,
con respecto a su solicitud de adelanto de dinero le dije que no. Yo iba a
aportar mi parte, pero sólo cuando ya sintiera el olor a tinta en mis fosas
nasales.
Y
las malas noticias siguieron. Días después, ante una nueva pregunta mía
respecto de cuándo le otorgaban el crédito, me dijo que todavía no se lo daban
porque “tenía algún problemita con el Veraz”, que “ya había cancelado una deuda
que figuraba ahí pero que todavía no se la habían borrado”, que “estaba
exigiendo al Veraz que regularice la situación”.
Y
ante esto, casi cometo uno de los actos de estupidez más grandes de toda mi
vida, tal vez motivado por la inaguantable ansiedad de haber escrito un muy
buen libro pero estar cada vez más lejos de poder publicarlo: Le ofrecí
otorgarle una suerte de crédito puente. Yo le daba los fondos para la materialización
del libro, lo imprimíamos, salía a la venta, y ya sea cuando le saliera el
crédito del Fondo de las Artes, o cuando se estuvieran facturando las ventas de
la edición, él me iría devolviendo en el transcurso de menos de un año, toda mi
inversión.
¿Quién
me salvó de cometer semejante insensatez? Por suerte, el mismo HAC, que tiene
una particularidad que finalmente lo perjudica a la hora de beneficiarse con la
generosidad de algún tercero: Él va por todo. No se conforma con haber obtenido
algo de lo que podía obtener. Y en ese querer ir por todo, llega un momento que
la gente se cansa y lo manda a la mierda.
Recuerdo
que la reunión se realizó el viernes 4 de enero de 2008, poco después del
mediodía en el Bar Gildo, que estaba en la esquina de Corrientes y Medrano.
(Por suerte, lo han demolido. No soporto los lugares que asocio con experiencias
desagradables). Estuvo presente HAC junto con Pedró, que nuevamente se mantuvo
absolutamente callado, fiel a su rol de empleado que participa como oyente de
una reunión de su jefe. Yo esperaba que HAC me agradeciera que mi aporte
financiero liberaba la cuestión, lo salvaba de un desagradable papelón y hasta
lo habilitaba a hacer un muy buen negocio. Pero no. En el tono de la reunión,
parecía que era él el que me hacía un favor a mí. Imponía sus condiciones, era
inflexible con ceder ni un ápice de nada. Igual, el acuerdo quedó cerrado de
palabra, yo estaba tan podrido de todo que no quería dar mas vueltas en el
asunto. Le dije que busque la imprenta y me vaya diciendo en que momentos le
tenía que ir dando sumas de dinero. Me fui apurado, porque tenía una reunión en
mi trabajo. Pero en el camino me dije más de una vez “soy un reverendo
pelotudo, me tendría que haber levantado de la reunión y mandarlos al carajo”.
Intuía que había estado muy flojo, todo por mi maldita ansiedad de presentar el
libro.
Cuando
comenté a otras personas del ambiente del ajedrez mi decisión de financiar el
libro, todos me dijeron que estaba absolutamente loco.
Ahí me di cuenta que la fama de HAC dentro del ajedrez no era la mejor. Era
para volver a llamarlo y decirle “No voy a poner un mango. Voy a seguir
esperando que arregles tus problemas económicos y cuando ello ocurre, lo
imprimimos”. Pero yo estaba embalado en terminar toda esa cuestión, y tomé una
alternativa intermedia. Iba a poner el dinero, pero iba a ejercer un control
mayúsculo sobre la ruta que éste siguiese.
En
función de eso, le dije que todos los pagos se harían en cheques, así que le pedí
que me diera la razón social de la imprenta e importe del anticipo, así hacía
el primer cheque. Pero en todas las cuestiones con HAC, cuando parece verse la
luz al final del túnel, en realidad es porque un tren viene de frente. Me envía
el mail
de fecha 9/1/2008, que me encendió luces rojas por todos lados: me decía que
debía hacer un cheque para Editorial Verlap por $ 6.000. Eso parecía correcto.
Pero ¿Qué hace el otro cheque de $ 3.000.- para una supuesta “Editorial Candil”?
Por empezar, casi coincidía el importe con el que antes me había pedido que le
adelantara y le dije que no. Por seguir: es raro que una empresa que te vende
un producto o servicio te diga que una parte se la pagás a ella, y el resto a
otro proveedor. Cuando Ford te vende un auto, el pago se lo hacés a Ford. No te
van a decir “El auto págueselo a Ford, pero para los neumáticos haga un cheque
a nombre de Firestone”. Por algo, el proceso de determinación del IVA ha
previsto un “débito fiscal” y un “crédito fiscal”. Empecé a investigar por
Internet si existía esa supuesta “Editorial Candil”. No la encontré por ningún
lado, ni siquiera en archivos de la
AFIP.
Harto
de toda la cuestión, hablé con el señor Luis Peralta, el dueño de Verlap, la
imprenta que sí sabía que iba a imprimir el libro. Me confirmó que estaba por
efectuar la impresión. También me dijo que ellos tercerizan trabajos, pero que
todo pago se hace –tal como yo lo suponía- exclusivamente a través de su
empresa, de manera que no existía ningún pedido de pago fuera del mencionado de
$ 6.000.- Esta conversación telefónica no fue grabada, pero en la causa
judicial cité a declarar al señor Luis Peralta, quien manifestó desconocer empresa
alguna que se llame “Editorial Candil”. Y ratificó que todo cobro por sus
trabajos propios o tercerizados los efectúa él o su propio personal
administrativo.
Cuando
corté la comunicación pensaba que estaba viviendo una pesadilla: había escrito con
éxito y la mejor voluntad un libro, prácticamente lo estaba editando yo mismo
para que el negocio lo haga otro, y encima, me pretendían desviar fondos con
fines inciertos. ¿Qué tenía que hacer? Dentro de todo lo malo, lo rescatable
era que todavía no había puesto un solo peso. ¿En que condiciones tendría que
continuar con el proyecto, si es que me decidía a continuar? Podía determinar que
todos los pagos a la imprenta verdadera los haría yo en forma personal. También
podía establecer que, una vez impreso el libro, yo iba a ser el depositario de
los ejemplares, y que para cada remesa que le entregase a HAC, él previamente
me tenía que entregar en devolución el importe correspondiente. Pero ¿para que
complicarme si Panno ya hace rato que me viene hablando de una editorial seria
y prestigiosa? Era el momento de abandonar definitivamente a HAC. Lo llamé a
Panno, quien concertó una rápida reunión entre él, el dueño de Colihue y yo, en
la que el empresario aprobó el proyecto a libro cerrado, con la sola mención de
su contenido.
Por
empezar, le mandé un mail a HAC pidiéndole alguna explicación sobre “Editorial
Candil” y el cheque, a ver que me decía. Y anunciándole que retiraba mi propuesta
en el negocio. Me respondió con un mail
en el que, lejos de darme alguna explicación, me echaba la culpa a mí del
bolonqui que se armó tras mi llamada a la imprenta Verlap. Y además, me dice
(esto es increíble!!) que “Los cheques, de $ 2.000.- y de $ 6.000.-…., se
pueden manejar con cierto aire.” Además de no dar ninguna explicación sobre el
misterioso cheque de $ 3.000, ahora sigue insistiendo en que es necesario
que los pague, pero tomó el recaudo de reducir su monto. Bajó a $ 2.000. Si
seguíamos intercambiando correos, seguramente seguiría reduciéndose, y la
discusión la terminaría él diciendo “al final, ¿tanto quilombo por cincuenta
pesos?”
Cuando
comprobó que no había marcha atrás, me mando nuevos correos intentando
convencerme, aunque sin brindar la explicación que esperaba sobre el caso del cheque.
Los dos meses
en los que HAC creyó que era el dueño del libro
La
ruptura con HAC se produjo durante el mes de enero/2008, mes de feria judicial
y mes de receso de las oficinas de la Dirección Nacional
de Derecho de Autor. En la segunda
quincena de ese mes, además, yo me fui de vacaciones a la costa. El jueves 31
de enero a la noche, ya estaba de regreso en Buenos Aires. Había logrado
desenchufarme de cuestiones de mi trabajo, y también, por que no, de toda esta
historieta del libro.
El lunes 4 volví a mi oficina, mientras
que a escasas ocho cuadras de donde yo estaba, HAC, a espaldas mías, se
presentaba en la Dirección Nacional
de Derecho de Autor con un CD en la mano. Pide un formulario de registro de
obra literaria, anota el nombre que entonces tenía mi libro “Panno x 64”, y en el campo para registrar el nombre del autor, escribe únicamente “Héctor Adrián Álvarez”, que es
el nombre que figura en su DNI. Esto
significa, sin atenuantes, la expresión de HAC de que la obra le pertenece en
un 100% a él, y un 0% a mí, cuando la realidad era exactamente la inversa,
y así lo tuvo que determinar la justicia.
Obviamente,
él no sabía que ese libro ya lo había registrado yo, casi ocho meses antes. No
solamente ignoraba que yo ya había ejercido mi genuino derecho, sino que, muy
por el contrario, HAC estaba seguro que, dada mi inexperiencia en cuestiones de
edición de libros, ni se me hubiera ocurrido hacer ese registro.
Ninguna
editorial con mínimos códigos de ética se animaría a cometer una defraudación de
características semejantes a la cometida por HAC.
Regresó
a su casa, y muy envalentonado, a las 16.00 hs. me escribe un nuevo mail,
en el que, a modo de castigo, me informa que sólo dispongo de dos opciones: o
incremento mi compromiso de compra anticipada de libros de 150 a 400 ejemplares, o le
compro el archivo de edición al costo sideral de $ 8.000.-
¿Qué
le pasaba a HAC que, como el Ave Fénix (o como el Gato Félix) había resurgido
de las cenizas? Del tono culposo de su último mail, intentando hacerse el gil
respecto del cheque de las tres lucas, ahora recuperaba su habitual estilo arrogante.
¿Hay alguna parte de la historia que me perdí? Efectivamente, la había.
Le
pregunté telefónicamente a Narvaja cual es el precio de mercado del archivo de
edición de un libro de esas características (él ya tenía el archivo del libro en
Colihue), y me responde que difícilmente supere los $ 2.000.- Esto significaba
que, con los $ 8.000 HAC pretendía cobrarme los $ 2.000 del archivo de edición,
y el resto, $ 6.000.- constituía el 100% de los derechos de autor que me
correspondían si editaba la obra.
Con
esta información, le mando nuevo mail a HAC diciendo que yo no voy a usar
ninguna de las opciones planteadas, sino una tercera: editar el libro con
Colihue. Y que Colihue les compraría el archivo de edición al respectivo valor
de mercado. A su vez, le envío un mail a Pedró, que es el que diseñó el archivo
de edición, para que sea él quien le ponga precio, ya que el valor que le
adjudica HAC a los mismos cuadruplica el valor real.
Me
contesta Pedró con otro mail escrito, al igual que el anterior, desde la
soberbia y el convencimiento de que ellos eran los dueños de la pelota. Para
irle tomando el peso desde el comienzo, el mail tenía como asunto la palabra “Miserable”.
(¿Justo ellos?) Por la redacción, era clarísimo que el mensaje fue escrito por
ambos, o quizá dictado por HAC. Es increíble como, tanto éste mensaje como
otros que se describen más adelante, se cumple aquella premisa que resaltan los
sicólogos, según la cual, toda descripción que un sujeto hace de terceras
personas tiende a ser autorreferencial.
Los
textos de los últimos mensajes eran enviados desde el ángulo del que tenía el
dominio de la situación, y yo no sabía por qué...o ya estaba empezando a
sospecharlo. En el mensaje, Pedró toma como que lo quise comprar a espaldas de
su amo, cuando sólo intenté que la misma persona que se tomó el trabajo de
hacer el diseño gráfico del libro, tenga la potestad de determinar cuánto vale.
Y además, instala el tema judicial en este conflicto. Ellos amenazan con hacerme
un juicio y mandarme preso justamente a mí, que soy el propietario legal del
libro. ¿Qué raro, no? Por supuesto, a partir de este mensaje que nunca
contesté, decidí cortar todo diálogo también con Pedró.
Pero
el 12/02/2008, recibo el mail más increíble de toda esta zaga
Un
mail en el que curiosamente me informan a mí que, contrariamente a lo que yo
hasta entonces creía, el libro lo habían escrito Pedró y HAC.
“Bien sabés –y
no sos el único que lo sabe dentro de la comunidad ajedrecística y fuera de
ella– que la idea del libro, así cómo se realizó, fue mía, que el título y plan
de la obra son de Fernando y míos, que la mayoría de los temas fueron
dados por Fernando, que el trabajo literario –arduo, muy arduo por cierto–
es tanto de Fernando como mío”. Me pregunto: si esto es cierto, ¿cuál
habrá sido mi rol en el libro? A lo mejor les estuve cebando mate a los dos
mientras ellos lo escribían. Y por lo que veo, ni Panno debe haber intervenido.
Porque si ellos hicieron el plan de la obra, si Fernando dio la mayoría de los
temas y si ambos hicieron todo el trabajo literario (es decir, escribieron todo
el libro), a Panno y a mi no nos queda nada. Es curioso, además, que estos
muchachos creen saber más sobre Panno que el mismo Panno.
También,
para acotar dentro de este mail, aparece nuevamente una amenaza de iniciarme
juicio, y también la curiosa figura jurídica del “grabador que confiere
autoría”. De esto último vamos a hablar más adelante. Para terminar,
HAC ahora me dice que sólo tengo una opción: la edición de la obra con la editorial
de él….y –obviamente- con la plata mía.
El
nivel de agrande de HAC era demasiado sospechoso: me escribía desde el pedestal
de la ética. Es raro, el conflicto se produjo a partir de un intento de maniobra aún no aclarada, por ese cheque de
tres mil pesos. Pero, atento al tono del discurso, parece que el que tenía
cosas que aclarar era yo. Es más, en el texto habla de “otro intento de
estafa”, catalogándome como estafador serial.
Muchachos…luego
de más de cuarenta años de pertenencia al ambiente del ajedrez, todos saben
quién soy yo…y también, todos saben quien es HAC. La respuesta a la pregunta
quién de los dos puede ser el estafador, la dejo abierta para las personas que
nos conocen a ambos.
Creo
que antes de seguir adelante, corresponde contestar punto por punto los
conceptos salientes del mensaje, a saber:
HAC dice que
la idea del libro es de él: Mentira. La idea de escribir este libro
se me ocurrió muchos años antes de tener la desgracia de conocer a HAC.
HAC dice que
el título es de él y Pedró: El título definitivo de la obra “Panno
Magistral – Vida y Ajedrez de un Gran Maestro”, me pertenece de manera
exclusiva.
HAC dice que
el plan de la obra es de él y Pedró: El plan de la obra no es otra cosa que el
contenido conceptual del libro. Creo que –hablando de educación formal- un
Ingeniero y un Contador Público, tienen suficiente nivel como para haber
confeccionado el plan de la obra de este libro, sin tener que recurrir a dos
personas que –a lo sumo- han completado la escuela secundaria.
Y
si agregamos que el libro se refiere a la propia vida del ingeniero, y que este
ingeniero ha escrito otros libros y es además una de las mentes más brillantes
de la Argentina
contemporánea, huelga hacer ninguna aclaración.
HAC dice que
la mayoría de los temas fueron dados por Pedró: Estimados,
este libro fue escrito codo a codo junto con el maestro Panno. Vuelvo a
preguntar: ¿Pretenden saber más de la vida de él que el propio Panno?
HAC dice que
el trabajo literario es tanto de él como de Fernando: “Trabajo
literario” = escribir el libro = autoría. Si así fuera, cabría preguntarle a
HAC por qué termina reconociendo que el autor soy yo, tanto en la contestación
de demanda del juicio civil (se reproduce en página 4 de la sentencia, último
párrafo), y también en la indagatoria de la causa penal. Claro, aquí ya no
tenía margen para sus fantasías, porque su pellejo estaba en peligro.
La
misma tarde del 12 de febrero, me pude enterar de todo, puede develar el
misterio del agrande de HAC: me llama Panno, quien me dice que a su vez lo
había llamado Narvaja, el dueño de Colihue. Tanto Panno como Narvaja habían
recibido el mismo mail que yo. Pero además, Narvaja había atendido un llamado
telefónico de HAC, amenazándolo con iniciarle juicio si llegaba a producir el
libro biográfico de Panno en su editorial, ya
que él tenía registrada la obra a su nombre. También me dijo Panno que
Narvaja nos esperaba en la editorial para conversar.
Después
del llamado, lo primero que hice es ir a la computadora a ver con copia a
quienes figuraba el mensaje dirigido a mí. Encontré que no figuraba como
copiado a nadie, lo que significaba, simplemente que HAC había usado el
rastrero recurso de enviar un mail con copia oculta para intentar engañar al
dueño de Colihue, y, por las dudas, también a Panno. Al otro día, también fui a
primera hora a la Dirección Nacional
de Derecho de Autor para que me informen cuántos registros de mi libro existían.
Consultando la base de datos, me informaron que sólo el mío, de fecha 12/06/2007.
Pero me advirtieron que si se hubiese producido algún otro registro, el mismo
se cargaba recién a los tres meses. Me quedé tranquilo, porque si el anómalo registro
existió, fue posterior al mío, y entonces tenía escasas posibilidades de surtir
efecto.
Días
después, nos reunimos con Narvaja en la sede de su editorial. Panno le explica
enfáticamente que el trabajo de creación del libro fue realizado entre él y yo,
además de los maestros que comentaron partidas. Y que HAC no había escrito un
solo párrafo, de manera que su participación autoral era cero. Yo le agregué
que había consultado en la base de datos de la DNDA, y me habían asegurado que –de existir otro registro
del libro- el mío era el primero, de manera tal que podía editar sin temor a
sorpresas.
Pero
Narvaja no quería meterse en el más mínimo problema. Y tomó una determinación
que yo mismo hubiera tomado en su lugar.
-
Mire, yo tengo una editorial, no un estudio jurídico. Yo le
edito el libro si todo está bien, pero ante la menor posibilidad de un
conflicto, me corro a un costado.-
-
Pero ¿que tengo que hacer para poder editar el libro,
entonces? Es de mi propiedad, soy el que lo tiene registrado, y ¿no tengo
derecho a que se lo publique?
-
Lo que tiene que hacer es iniciarle un juicio. Si un juez
determina quien es el autor, yo no tengo ningún problema en editarlo-
-
Pero un juicio dura muchos años. ¿Tengo que esperar hasta
una sentencia, entonces, para recién poder publicar el libro?
-
No necesariamente. Habrá que ver cómo contesta la demanda
este tipo. Si en la contestación admite que el autor es usted, yo se lo
publico. Y un consejo; no se conforme con una demanda civil. Iníciele también
una acción penal, así arruga rápido, llega a un arreglo y se destraba todo.
Mientras
tanto, ante mi falta de respuesta al nefasto mensaje del 12 de febrero, HAC me
vuelve a escribir el 21 de marzo preguntándome que pensaba hacer con el libro.
En sus cálculos, él tal vez haya previsto que yo ya le tendría que haber respondido
allanándome a las condiciones que pretendía imponerme.
Seguramente
supone que ya sé de su registro y que estoy desesperado sin saber que hacer.
Entonces, una vez más, intenta marcarme mis opciones: o me comunico con él y
retomo el proyecto de entregarle dinero, o él, por su cuenta, va a proceder a
hacer una edición reducida, de carácter testimonial, vaya a saber con qué
fines. Mi respuesta inmediata fue “no inicies ningún intento de hacer alguna
edición reducida del libro, porque no la voy a autorizar”. Como contestación
a esto, volvió a producir el 23/03/2008 otro de los correos electrónicos épicos
de la serie,
donde comienza diciendo “Lamento decirte
que ya es tarde para considerar autorizar al dueño de la idea de un
proyecto sobre la realización del mismo. En todo caso, yo y Fernando deberíamos
autorizarte a vos, cosa que no lo haremos por motivos que sobran enumerar y
ante ninguna circunstancia.”
Otra
vez se agrandó Chacarita. A este mail ya no le respondí con otro, sino con una
carta documento, que tuvo como fecha 28/03/2008, en donde le vuelvo a expresar
que no lo voy a autorizar a realizar su edición limitada, y donde le expreso
que el libro “es de mi exclusiva autoría y registro”.
El
día que recibió esta carta (pongámosle el 31/03/2008), es posible que se haya
terminado su romance con una obra que consideraba jurídicamente de su
propiedad. Fueron unos 54 días, menos de dos meses, en que nos ofreció
patéticos mensajes que, dentro del bajón que significaba para mi no poder
publicar, me divertía y hacía divertir a mis amigos por su arrogancia ante la
errónea creencia de que él era el dueño. El mail que acabo de referir, ha sido,
hasta el día de hoy, el último de HAC que he recibido en mi vida.
Se inicia el
juicio - HAC da un manotazo de ahogado
Al
otro día estaba hablando con mi primer abogado, Claudio Gonçalvez. Estaba de
acuerdo con iniciar la demanda, pero antes –me dijo- sería bueno esperar a que
aparezca –si es que existió- el registro trucho de HAC en la DNDA. Todavía no se
visualizaba en la base de datos de ese Organismo. Una cosa es iniciar un juicio
por un llamado telefónico intimidatorio a Narvaja, otra muy distinta es ir con
un comprobante de la comisión de todo un delito. Pero de todas maneras, bien se
podía iniciar el proceso de mediación, previo al juicio, en el que –si HAC
entraba en razones- se podía firmar un acuerdo en el que él daba un paso al
costado, se terminaba todo el conflicto, y el libro se publicaba con Ediciones
Colihue. Así, el lunes 20/04/2008 le envié mi segunda carta documento, esta
vez, reclamándole una suma de $ 50.000 por daños y perjuicios al haberme
bloqueado la edición del libro en Colihue. HAC, por mal asesorado, o
pretendiendo ser más vivo que cualquier abogado, se presentó a la mediación sin abogado, acompañado solamente
por Fernando Pedró, su fiel escudero y aplaudidor. Obviamente, la abogada
mediadora lo dio por no presentado, y con ello quedó habilitada la vía judicial
civil por parte mía, que se sustanció recién después de tener en mi poder la
prueba documental de su intento de estafa: la constancia de su registro
irregular en la DNDA.
Mientras
tanto, el 26/04/2008, HAC da un violento giro a su estrategia. Seguramente
había averiguado que su delito estaba fracasando, ya que mi registro antecedía
al de él. Comprendió que ya no valía seguir insistiendo en una posición desde
la soberbia, porque tenía las de perder.
Ese día, que era sábado, HAC va a la sala de ajedrez Club River Plate,
acompañado ¿por quién? Si, adivinaron, por su fan Nº 1, Pedró. Se acercaron a
donde Panno estaba dando su clase, preguntaron si yo estaba o iba a concurrir
-justo ese día, falté- y le entregaron dos ejemplares del libro “Panno x 64”, como se llamaba en ese
momento: uno para Oscar, y otro para mi. El discurso de ellos ahora parecía
haber cambiado sustancialmente. Ya habían abandonado la idea de que yo pusiera
la plata, se convencieron que jamás haría eso. Aceptaban que el editor fuera
Colihue, y para ello entregaban esos ejemplares de muestra. Habían tenido sumo
cuidado de insertarles la leyenda “Edición limitada de 5 ejemplares sin valor
comercial”, para no complicar más las cosas, que se estaban poniendo cada vez
más espesas.
Panno
les dijo que lo antes posible hablaría conmigo. En realidad me llamó esa misma
noche. Fui a su casa y me entregó uno de los ejemplares recibidos. En
principio, me pareció que, por fin, la paz empezaba a renacer. Por lo que me
dijo Oscar, la idea era que ellos y yo nos presentásemos en Colihue y acordemos
con su dueño, Narvaja, y “discutamos con él lo que nos corresponde a cada uno”.
Siempre entendí en tal sentido que “lo que nos corresponde a cada uno” estaba
conformado así: ellos, los archivos de edición, que se los compraría Colihue, y
yo, mis derechos de autor. Hasta me parecía correcto comprarle a Pedró las
notas al pié, la partida comentada y el índice onomástico que había escrito,
pagárselo una sola vez (no superaban el 5% del total de la parte biográfica del
libro), quedar yo –como correspondía- como único autor, y concretar de una
buena vez la publicación del libro.
Pero
mirando en detalle el volumen que acababa de recibir, otra vez se me prendieron
luces con distintos tonos de rojo: en la página legal del libro, en el sector donde
se detalla el Copyright (es decir, ni más ni menos, donde se debe colocar
legalmente el nombre del autor de la obra), aparezco yo, pero también aparecen
ellos en un pie de igualdad conmigo.
Es
decir, que lo que se pretendía ir a hablar a Colihue era presentarle a esa
editorial un libro que supuestamente tenía tres autores. Cuando observé eso, a
pesar de que todo me tenía absolutamente cansado, decidí que no iba a concurrir
con ellos en Colihue. ¿Para que? Para tener una estéril discusión con HAC y Pedró
frente a Narvaja? Mas que nunca, y lamentándolo por Panno, decidí continuar con
mi plan original de que sea la justicia la que resuelva las diferencias.
En
la nueva estrategia de HAC, “el libro” era sólo aquel que había entregado a
Panno y a mi, y que incluía el agregado de notas al pie de Pedró, una partida
comentada por éste y su índice onomástico. Teóricamente, si se editaba ese
material, estaba incluyendo elementos que no eran de mi propia producción.
Aunque porcentualmente esos elementos determinen una ínfima proporción sobre el
total de la obra, igualmente esta situación –pensaba HAC- me obligaba a
compartir la autoría con él y su dependiente. Aunque ello no me gustase mucho, sería
el único camino para publicar de una vez el libro y terminar toda la historia.
Pero
yo, después de la inicial y nunca aclarada maniobra con ese cheque de $ 3.000,
después del intento de robarme todo el libro y el posterior apriete vía mails y
llamados a Narvaja, no tenía ni la menor
intención de que HAC termine obteniendo un mínimo beneficio de su accionar.
Más cuando ese beneficio no era menor: para editar, presentar, cobrar derechos
de autor o publicitar el libro, siempre tenía que consensuar con él y Pedró,
que pasaban a ser mis socios forzosos. No hubiera tenido ningún problema en ser
socio de Panno, Valerga o cualquiera de los que, comentando partidas,
efectivamente hicieron un aporte creativo sobre el libro. Pero justamente,
todos ellos se negaron a ser incluidos formalmente como colaboradores o
coautores en la obra.
Entonces,
tomé la determinación correcta: unilateralmente, decidí que “el libro” fuera el
resultante de archivos de edición nuevos, confeccionados a partir de mi
registro original de la obra (junio 2007), los cuales no contenían ni las
“notas del editor” ni el índice onomástico que había confeccionado Pedró, ni
ningún otro material que no fuera de origen propio o de los diecinueve maestros
que comentaron partidas. Esos nuevos archivos los comencé a trabajar en formato
Word, con el objeto de que, una vez terminados, los entregaría al diseñador
gráfico que corresponda, ya sea el de Colihue o –ya estaba trabajando esa idea-
uno particular que yo mismo contratase, con la intención de efectuar una
edición de autor. También, le pedí una vez más a Panno las fotos de su archivo,
para escanearlas nuevamente, ya que nunca conté con los archivos digitales de
edición producidos por Pedró, y aunque tuviera acceso a ellos, jamás los
utilizaría. Recuerdo que en Colihue me recomendaron escanear las fotos “en 300
DPI”, tarea que comencé a ejecutar puntillosamente.
Mientras
trabajaba en esto, Pedró, cada tanto, me enviaba algún mail para saber cual era
mi parecer respecto de concretar la reunión con el dueño de Colihue que ellos
habían pergeñado. Mágicamente, los nuevos correos ya tenían un tono respetuoso.
Incluso me pedían, insistentemente “desjudicializar” la cuestión, “ya que ello
nos perjudicaría a todos”. Extraña amnesia de quienes, semanas antes,
amenazaban con llevarme a la cárcel. Yo no contesté ningún mensaje, ya que no
los pensaba anoticiar de mis próximos pasos. Otra amnesia: luego de hacerme
demorar muchos meses la aparición del libro, por la irresponsabilidad y
conducta delictiva de HAC, ahora me reclamaban que me apure a concretar la
reunión con Narvaja y editar el libro, “porque Panno no se merece semejante
destrato”.
El
24/10/2008 me enteré vía web que HAC había contestado la demanda civil. Por la web
del Poder Judicial me puedo enterar del contenido de cualquier documento
generado por el juzgado, pero no del contenido producido por las partes. Para
conocer que contestó, forzosamente debía concurrir a la mesa de entradas y ver
el expediente. Pero igual, en la web había una providencia que me resultó muy
graciosa, que es la que transcribo a continuación: “Nota: Se deja constancia que en el día de la fecha se reservó en
secretaría la documentación acompañada (grabador, prueba instrumental), en
"sobre chico Nº 47.187/2008". Conste.-Buenos Aires, octubre
de 2008” ¡HAC había entregado como prueba instrumental su famoso
grabador! ¿Qué tiene que ver este aparato con la causa?
Cuando
fui a leer la contestación de demanda, me encuentro que HAC reconoce mi autoría
del libro, pero insiste en que él había “colaborado”. Pero ahora, esta
colaboración la circunscribe a “idea, plan de obra, corrección y edición
general”. Ya dije que la idea y plan de obra no pertenecen a HAC. Pero aunque
efectivamente las pudiese probar como propias, no constituyen presunción de
autoría, según la normativa de Derecho de Autor vigente. La “corrección y
edición general” sólo pueden ser ciertas si nos referimos al libro de prueba
que ellos le entregaron a Panno y a mí. Pero no son ciertas para el libro que
finalmente yo edite, ya que –tal como lo he explicado- nada tiene que ver con
el archivo de edición de ellos.
Con
respecto a por qué registró una obra que no le pertenecía, intentó la mendaz
justificación de haberlo hecho para proteger mi propiedad intelectual, ya que
el libro “entraba a imprenta” y yo no podía ir a inscribir mi creación porque “estaba de vacaciones”. Ambas
afirmaciones eran falsas: ni el libro entraba a imprenta (¿con que guita, si yo
no había decidido no hacer ningún aporte, y él no tenía?) ni yo estaba de
vacaciones (el día que hizo su registro falso, ya hacía cuatro días que estaba
de regreso).
También intentó un infantil atenuante a su delito: decía que si bien en el
documento de registro autoral figuraba él sólo, en el contenido del CD que se
deposita en sobre lacrado (y que sólo puede mandar a abrir un juez), estaba
debidamente acreditado que el autor era yo. Más o menos, como que yo un día le robo
el auto a Juan Pérez, y con un ardid lo registro como mío. Si la policía me
descubre y me viene a detener, digo “Momento, en ningún momento he desconocido
el derecho de propiedad de Juan Pérez.” Acto seguido, abro la guantera y exhibo
un papel en el que reconozco que el auto pertenece a Juan Pérez.
Finalmente,
HAC depositó su grabador (que aún hoy debe estar en algún estante del juzgado),
a la vez que pedía una pericia sobre el aparato para probar si las cintas de
grabación que yo acompañé en la causa, habían salido de ese aparato. Algo
insólito, una suerte de “pericia balística” de un grabador, para demostrar algo
que yo no tenía ningún interés en negar: si, yo utilicé el grabador para hacer
los reportajes del libro, pero ¿y que? El uso de un grabador nunca presume
autoría de una obra para el dueño del mismo. Que esto se le haya ocurrido a
HAC, que tiene nulos conocimientos en materia jurídica, vaya y pase. Pero que
finalmente un abogado haya suscripto esta curiosa concepción, ya es insólito.
A cuatro días
de presentar el libro, nuevo bloqueo
Tal
lo acordado, al otro día de ver la contestación de demanda vuelvo a visitar a
Narvaja con la copia respectiva. El titular de Ediciones Colihue la lee, y toma
la decisión que tanto estaba esperando:
-
Esto está bien. Reconoció todo. Ahora sí podemos editar el
libro.
Al
momento llama a su despacho a uno de los diseñadores gráficos de la editorial,
me lo presenta, y a partir de ese momento me relaciono con él para toda la
secuencia de la “puesta en planta” de la obra. Curiosamente, el libro, que
ahora había adquirido su nombre definitivo, “Panno Magistral – Vida y Ajedrez
de un Gran Maestro”, iba a tener su segundo archivo de edición. Por todo el
conflicto ocurrido, el diseño producido por Pedró, pasaba al olvido. Yo pensaba
que este diseño de Colihue era el definitivo. Pero, una vez más me estaba
equivocando.
“Domingo 10 de
Mayo - 16:00 Colihue. Presentación de libro: “Panno Magistral. Vida y ajedrez
del Gran Maestro argentino”, de Enrique Arguiñariz. Participan: Enrique
Arguiñariz, Oscar Panno y Diego Valerga.(Sala Adolfo Bioy Casares)
Este
aviso, que todavía hoy existe en Internet conservando su error en el título de la
obra, anunciaba la tan ansiada presentación en una sala para 120 personas. Iba
a ser un acto un tanto particular: si bien el libro ya estaba totalmente
diseñado, no se llegaba a la impresión de los dos mil ejemplares que había
previsto Colihue como tirada inicial. Existirían los discursos, los aplausos,
las felicitaciones, pero no habría ni venta ni firma de ejemplares, porque el
libro recién iba a estar listo unos 20 días después, cuando la Feria ya hubiese finalizado.
Narvaja me decía que esta situación es muy común en las editoriales. Incluso,
estaba pasando exactamente lo mismo con otros títulos de Colihue que se
presentaban en esos días.
Con
mi discurso casi preparado, el jueves 7 de mayo, al mediodía, recibo una
llamada que me puso los pelos de punta. Era Narvaja.
-
Le tengo que dar una muy mala noticia. Volvió a llamar este
hombre Álvarez. Y además, me envió una carta documento.
Ahora me dice que usted ha reconocido judicialmente que tiene un contrato de
edición con él (¿¿??), y que si llego a editar ese libro, me va a iniciar
acciones legales. Ante esto, lo lamento mucho, pero ahora si, el proyecto de
editar su libro lo voy a tener que mantener en stand by hasta tanto no terminen
los juicios. Imagínese que papelón para la editorial si el día de la
presentación se aparece un oficial de justicia y me incauta todos los
ejemplares del libro…
-
¿Qué ejemplares? Acuérdese que el libro todavía no está
impreso…
-
Bueno, no importa. La editorial no puede tener gratuitamente
un problema con la justicia.
HAC,
que ya no podía insistir con la autoría y el registro de la obra, ahora inventa
una nueva mentira: el supuesto contrato de edición que habría suscripto
conmigo. No hubo forma de convencer al dueño de Ediciones Colihue, quién estaba
decidido a no tener el más mínimo problema, mucho menos a causa de la edición
de una obra que no era “Harry Potter”, sino un libro que se iba a ir vendiendo
en reducida escala, principalmente dentro del pequeño mundo del ajedrez
argentino.
HAC
estaba seguro de haber dado la puntada final a su obra maestra: a cuatro días
de una presentación del libro anunciada en todos los medios, con gente
invitada, con todo absolutamente listo para el evento, no cabía otra
alternativa para mi que llamarlo por teléfono, comunicarle mi rendición incondicional
y preguntarle que era lo que él quería que hiciese. Era esperable que su pedido
fuera dinero y su ansiada figuración como co autor o “colaborador” del libro,
con su respectivo registro en la
DNDA, lo que me obligaba a tenerlo como socio vitalicio de la
obra. Lo que no pudo hacer con una maniobra dolosa que le salió mal, ahora lo tendría
servido en bandeja por mí mismo.
Narvaja
hasta me había dicho “Y porqué no arregla algo con este tipo. Si es por eso,
cuente conmigo, yo le puedo regalar a él algunos ejemplares para que venda en
su librería”. Pero a esta altura, y con todas las que me ha venido haciendo, lo
último que podría llegar a hacer es levantar un teléfono o mandar un mail para
negociar absolutamente nada. Una vez más, HAC había hecho una lectura errónea
de la realidad. Tomé la decisión de iniciar mi “Plan B”. O mejor dicho, mi
“Plan C” (menos mal que todavía quedan muchas letras en el alfabeto). Sabiendo
que a cualquier editorial que fuese, HAC haría lo mismo que venía haciendo con
Colihue, ahora lo iba a editar con un editor que no se asustaría con ninguna
carta documento, mail o llamado. Y ese editor era yo mismo. Iba a encarar lo
que jurídicamente se conoce como “Edición de Autor”.
HAC
esperó en vano mi capitulación. Pasó el día programado, habrá verificado que
parte de su objetivo se cumplió, ya que no hubo ninguna presentación en la Feria del Libro. Pero
tampoco, ninguna oferta de mi parte. A la semana siguiente, una abogada que yo
no conocía llamó a mi abogado para ofrecer, en nombre de HAC un arreglo judicial.
Proponía pagarme $ 1.500 y su definitivo
paso al costado. A cambio, yo debía dar por cerradas las causas penal y
civil. Por supuesto, rechacé. Esa cifra no me movía ningún amperímetro, y ya no
me importaban más los temores de Narvaja ni de ningún otro potencial editor. Había
iniciado mi propio proyecto, que lo iba a cumplir pase lo que pase. Por cuerda
separada, pensaba –y sigo pensando- continuar la vía judicial hasta sus últimas
consecuencias.
De
todo esto último, lo único valioso era que HAC seguía generando fehacientes
pruebas en su contra. En este caso, la carta documento, cuya copia me facilitó
Narvaja y la agregué al expediente.
La justicia
tarda, pero llega
El
mismo día del llamado final de Narvaja me puse a buscar un diseñador gráfico. Y
poco tiempo después tomé contacto con Rafael Clariana, un excelente
profesional, que es profesor de Diseño Gráfico en la Universidad Católica.
Como no contaba con ningún archivo digital generado por HAC, ni quise pedir los
de Colihue, tuve que hacer todo por ¡tercera vez!, incluyendo el escaneo de las
fotos, la verificación y corrección de partidas y hasta el proceso de
corrección de estilo, que también había quedado en el PDF que había diseñado
Pedró. Panno y otros amigos me ayudaron con la corrección de estilo, el control
y corrección de las 64 partidas las dividí entre mis amigos ajedrecistas, entre
ellos Diego Valerga, Guillermo Llanos, Maximiliano Ginzburg, Gustavo Glinz. Y
el propio Oscar Panno. El costo del tercer y definitivo diseño gráfico, de
calidad técnica muy superior al de Pedró, me salió $ 2.200.-, algo más de la
cuarta parte de los $ 8.000 que había pretendido cobrarme HAC un año y nueve
meses atrás.
En
agosto de 2009 un furgón de la imprenta trajo a mi domicilio los mil ejemplares
de 444 páginas cada uno, recién impresos, que debí subir a mi departamento en
una infinidad de viajes en ascensor, atento al alto peso que tiene el papel.
Por
fin, el 29/08/2009 se realizó en la
Facultad de Ingeniería de la UBA, por iniciativa del amigo Juan José Pacheco,
la presentación “Cero” del libro, con palabras mías, de Pacheco, del MF
Gervasio Calderón (que comentó una partida de Panno) y del propio Oscar.
Posteriormente, el 29 de septiembre, en el Club Argentino de Ajedrez se llevó a
cabo la presentación principal.
Ante
una concurrencia de unas 170 personas, la ceremonia completa puede verse en
el portal Youtube, filmada por el amigo ya mencionado, Federico Carabajal.
El
16 de abril de 2010 se realizó la tercera presentación en la Universidad de la Punta, Provincia de San
Luis, ante un público muy numeroso, acto organizado por la WGM Claudia Amura. El
evento duró tres días, contando incluso con una mega sesión de simultáneas y
charlas técnicas a cargo de Panno, además de entrevistas televisivas. Tanto a
Panno como a mi, nos trataron maravillosamente bien los puntanos.
En San Luis, a punto de iniciar las simultaneas Oscar Panno
Con
gran trabajo, a lo largo de estos años he logrado vender el 97,6% de la
edición, ya tengo que encarar urgente una reimpresión, aunque sea pequeña.
Levon Aronian (2° Jugador del Ranking Mundial - 2013) disfrutando de su ejemplar.
Hubo
ventas a través de las tradicionales librerías de ajedrez de Leandro Plotinsky
y Juan Morgado, las distribuidoras de la Editorial Ciudad
Nueva, el Ministerio de Educación de la Nación y la Universidad de la Punta. Pero también hubo abundantes
y trabajosas ventas cara a cara, “del autor al lector”, como dice el conocido
refrán de la Feria
del Libro. Me ocuparon mucho tiempo, me obligaron a ejercer una actividad –la
de editor y vendedor- que yo nunca elegí, pero, en compensación, esta
distribución persona a persona me hizo sentir muy bien, tanto Panno como yo
hemos recibido comentarios muy elogiosos de los lectores.
HAC
fue sobreseído en la causa penal, aunque sin que esa decisión judicial le
otorgue derecho alguno sobre la obra. La justicia penal mandó a dirimir esta
cuestión en sede civil, “ya que es una cuestión de índole económica”.
En
sede civil, el 21/12/2012 mi abogado, el Dr. Sergio Díaz, con su minucioso alegato,
completó el último paso procesal previo a la sentencia, la que salió a la luz el
24/05/2013 y ya ha quedado firme.
El
juez realizó una profundísima evaluación de este complejo caso y dio lugar al
94% del monto que oportunamente reclamé como indemnización.
Puntos
salientes de la sentencia:
- No
existió ni coautoría ni colaboración por parte de HAC ya que “De los elementos de juicio analizados
fluye que el libro en cuestión constituye una obra individual que resulta
ser de exclusiva autoría del accionante, ya que las actividades
desarrolladas por el demandado e incluso por Fernando Pablo Pedro, deben
quedar emplazadas en la órbita del negocio de edición”.
- Así surge
lo afirmado por los testigos presentados por ambas partes, entre ellos Panno
y el empleado de HAC Pedró. El primero, ante la pregunta de “Cuál ha sido
la labor creativa de HAC en el libro”, respondió que “no le consta”. Y Pedró,
a pesar de estar sospechado de parcialidad por haber admitido en su
testimonio “que era empleado” de HAC, respondió de manera muy general a la
hora de referirse a los supuestos aportes creativos de HAC al libro. Ante
la pregunta de mi abogado para sobre cuales eran, concretamente, dichos
aportes, sólo se refirió a que sugirió incluir un capítulo sobre “la
variante de Panno en la defensa india del rey” y que “consiguió algunos de
los maestros que comentaron partidas en el libro”, aunque sin especificar
cuales.
Ante un juez, el juramento de decir la
verdad y riesgos de sanciones penales si no lo hace, ya no se animó a hablar de
“que la idea del libro…que el título y plan de la obra…que la mayoría de los
temas…y que el trabajo literario –arduo,
muy arduo por cierto” eran de HAC y del propio Pedró, tal como lo afirmase HAC
en su lamentable mail con copia oculta del 12/02/2008.
- También
la sentencia puntualiza que “…es en
ese contexto que debe analizarse la participación de los maestros de este
juego que comentaron las partidas, sin
que a ninguno de ellos se le ocurriera reclamar para sí derechos de
autoría o colaboración, como sí lo pretende equivocadamente el accionado,
pese a que la actividad que desplegara se halla muy lejos de reunir los
requisitos que la legislación exige para encuadrar en la mencionada figura
del colaborador”.
- En otro
párrafo, puntualiza: “Ello así,
considero que el demandado deberá responder por los perjuicios ocasionados
al accionante, ya que con su intervención, frustró la edición del libro en
la editorial Colihue y privó así al accionante de los importantes
beneficios que era dable esperar de ese negocio. Máxime si se pondera que,
más allá de lo que luego se aclara al tratar el daño moral, inscribió la obra también a su nombre
en el Registro Nacional del Derecho de Autor, lo cual constituye una
conducta criticable, que no resulta soslayada por las razones que esgrime
en este pleito el emplazado para justificar tan reprochable proceder”.
- Otro
pasaje de la sentencia: “En resumen,
la imposibilidad de llegar a la celebración del contrato de edición con el
demandante, por las diferencias surgidas en el curso de las tratativas, de ningún modo lo habilitaban a llevar
adelante esa actividad dañina en contra del autor, arrogándose sobre la obra
derechos que nunca tuvo, lo que a la postre se erigió en el valladar
del contrato que el demandante pretendió celebrar con la mentada editorial”
- El costo
para HAC de su accionar ilegal le significará pagar unos $ 45.000,
aproximadamente, entre la indemnización que me debe, los intereses y las
costas judiciales. El Juez ya dictó la inhibición general de sus bienes.
En
esta historia, HAC siempre llegó tarde en su doloso proceder. Cuando quiso solicitarme
aquél no aclarado desembolso de $ 3.000.- yo, que estuve atento y me la venía
venir, no se lo entregué. Luego, ante su intención de quedar como dueño del
libro inscribiéndolo como propio, también llegó último, ya que yo había hecho
uso de mi legítimo derecho antes. Su intento de impedir que finalmente editase
el libro al plantarse ante Colihue, también salió mal, porque –con gran
esfuerzo de tiempo y dinero- pude concretar mi edición personal de la cual
queda sólo una treintena de ejemplares pendientes de venta. Por último, tampoco
tuvo éxito su intento de hacerme quedar públicamente como un ladrón al acusarme
de que “le había robado un trabajo grupal de más de tres años”, porque en la
comunidad ajedrecística ese concepto no es compartido, y todos tienen pleno
conocimiento de quién es HAC, y todos saben que el libro es de mi autoría.
En
definitiva, un excelente aporte que puede producir quien ha perjudicado tanto a
su ambiente, es obsequiarnos a todos su retiro del mismo.
[2] De: Alvarez Castillo
<alvarezcastilloh@yahoo.com.ar>
Para: Enrique Arguiñariz
<ejachess@yahoo.com>
Enviado: Miércoles 9 de
enero de 2008 13:05
Asunto: Datos Cheques
E.
Los cheques deben salir con estos datos: El de
$ 6.000.- a nombre de Verlap y el de $ 3.000.- a nombre de Editorial Candil
(que también hace trabajos para afuera en el área de producción de libros.)
Cuando los tengas, con el acuerdo por la
financiación, avisame.
Saludos, Héctor
Del testimonio del Sr. Peralta: Quien cobra los trabajos que se hacen por fuera
de su empresa: Contestó
que lo reciben
las empleadas administrativas o en su caso inclusive puede ser el testigo.
Que
conocimiento tiene acerca de la existencia de Editorial Candil. Contesto: que ninguno, puede haberla visto en un listado
de clientes, pero no tiene ningún contacto ni relación.
De: Alvarez Castillo <alvarezcastilloh@yahoo.com.ar>
Para: Enrique Arguiñariz
<ejachess@yahoo.com>; Enrique <enriquearguinariz@arnet.com.ar>
Enviado: Lunes 14 de enero
de 2008 16:25
Asunto: Respuesta urgente
por Panno
Hace unos horas te escribí, pero se rebotó como casi siempre. Te comento
que me acaba de llamar mi corredor y necesito terminar bien esto ahora,
sino estoy haciendo un papelón gratuito, con la mejor imprenta que hallé
gracias a la calidad y seriedad con la que trabajan.
Te paso el mail original, en respuesta al tuyo.
E.
Tené en cuenta que lo bueno de comenzar ahora era
aprovechar el
vacío de enero y ya estar avanzados cuando comienza la actividad
editorial de febrero para marzo.
No sé cuáles son los móviles de Sergio para
cambiar de opinión,
pero yo dejé -independiente de mi obrar- una mala impresión en Verlap, y
el presupuesto es para ahora. No va a ser el mismo en febrero. El presupuesto
nace no sólo del trabajo en sí, sino del faltante de trabajo. de ahí que para
mil ejemplares de un libro con la calidad del de Panno, tapa full de 230 grs.,
hayamos estado casi a los antiguos valores. Esto es un sueño para dentro de
tres semanas o cuatro.
Yo estoy hoy hasta las 21 hs. en Dickens Urquiza
y, si queremos
mantener los términos generales, me parece que hay que decicir esto
ahora.
Los cheques, de $ 2.000.- y de $ 6.000.- y el
restante de $
8.000.-, se pueden manejar con cierto aire. Los primeros en enero y el
segundo para fin de febrero, incluso primera semana de marzo; ya que Verlap a
su vez lo pasa. Hay que tener en cuenta que si cambia el
presupuesto, que seguro ocurrirá, no se puede llevar ese aumento al pvp., con
lo cual financieramente la situación empeora.
Saludos, H.
Héctor Alvarez Castillo
Maestro Nacional - Federación Argentina de Ajedrez
De: Alvarez Castillo <alvarezcastilloh@yahoo.com.ar>
Para: Enrique Arguiñariz
<ejachess@yahoo.com>; Fernando Pedró <metajedrez@yahoo.com.ar>
Enviado: Lunes 4 de
febrero de 2008 16:06
Asunto: ¿Qué hacemos con
el libro?
E.
Te escribo por última vez, ahora que entiende
has regresado de tus vacaciones. Yo tengo que saber en estos días qué hago con
el libro dedicado a Panno, porque ya no queda tiempo para perder con respecto a
la Feria del
Libro, que es donde me interesa especialmente que esté, como editor. Por otra
parte, si viene una suba de papel de las habituales, va a ser imposible
emprender su edición.
Te propongo -luego de los desajustes de los últimos
meses- las dos posibilidades que junto a Fernando estamos en condiciones de
convenir:
A) Edito el libro con una adquisición, con
antelación, de tu parte de 400 ejemplares, con el descuento del 60 %, ya
incluidos los Derechos de Autor, sobre el pvp de $ 62.- A pagar esto con
cheques a Verlap S. A. a 15 y 30 días, respectivamente.
B) Adquirís el paquete de diseño y corrección a
Fernando y a mí por $ 8.000.-
Si te interesa el punto A) -repito-, es esencial no
perder días para mantener en lo posible el costo de hace 30 días atrás.
Podés dialogar sobre esto con Fernando, tanto
conmigo.
Saludos, H.
Héctor Alvarez Castillo
Maestro Nacional - Federación Argentina de
Ajedrez
Bauness 2610 - Buenos Aires
Tels. (011) 4757-3263 ó (011) 4523-1305
De: Alvarez Castillo <alvarezcastilloh@yahoo.com.ar>
Para: Enrique Arguiñariz <ejachess@yahoo.com>
Enviado: Martes 12 de
febrero de 2008 13:45
Asunto: Colihue y edición
del libro: Panno x 64
Enrique:
Disculpá
que haya tardado algunos días en responder tu mail del miércoles 6 ppdo. En
verdad la demora se debió, ante todo, en que me sorprendieron tus términos
generales y tu visita a Colihue.
Sobre esto
último voy a ser breve comentándote que el dueño del sello niega lo esencial de
tu comunicación. Si bien acepta haber conversado con Oscar
Panno acerca del libro en su homenaje, niega conocerte y
haber aprobado los originales.
En segundo
término, y más importante por lo que significa. No entiendo tu actitud de
intentar adueñarte de un trabajo grupal y exhibirlo como si te perteneciera.
Además de ser un delito, es muy triste de tu parte que luego de tres años
de labor conjunta, y de haber logrado como producción de Fernando, tanto
como tuya y mía, el libro que a todos nos interesa, cuando se ha dado la
puntada final, lo quieras transformar –tan sólo por un gesto temerario – de tu
exclusiva autoría.
Bien sabés
–y no sos el único que lo sabe dentro de la comunidad ajedrecística y fuera de
ella– que la idea del libro, así cómo se realizó, fue mía, que el título y plan
de la obra son de Fernando y míos,
que la mayoría de los temas fueron dados por Fernando, que el
trabajo literario –arduo, muy arduo por cierto– es tanto de Fernandocomo mío,
que el grabador donde se dejó testimonio de las respuestas, para dar un ejemplo
menor, es mío, y así en adelante una larga lista que dejo a tu memoria para no
agobiar tu adormecida conciencia.
Tanto Fernando como yo
queremos evitar una demanda y cuestiones ajenas a la producción autoral como a
motivos de índole editorial, pero, es claro, que no podemos quedarnos de brazos
cruzados si por tu lado aparece otro intento de estafa.
Vos en tu
último mail decís que no aceptas mis dos últimas propuestas. Yo por mi parte,
dado los últimos sucesos, te comento que ahora queda a tu disposición una sola: La edición
de la obra. No hay
venta ni cesión de ningún tipo, por ningún monto. Como Editor me sigue
interesando dar a la imprenta inmediatamente el libro para que esté finalizado
para la próxima Feria del
Libro. Y mantengo la última propuesta, muy poco distinta, por cierto, a la
tuya de hace tres años.
Lamento,
realmente, los sucesos de tres meses a esta parte, en especial, los últimos,
como tu desgraciado intento del sábado último de, digamos, “comprar” a Fernando. Considero
que nunca entendiste nada de nada, pero eso ya ha dejado de ser cuestión de mi
interés. Como ajedrecista que somos te comento que tu conducta me hace pensar
en alguien que, por apuro de tiempo, falta de temple y talento, se cuelga pieza
tras pieza, movida tras movida.
Si ya no
cumplís con nada de lo voluntariamente prometido, dudo que jamás se publique
libro alguno igual o semejante al que vos, Fernando y yo, por
no sumar al maestro Oscar
Panno, hemos dedicado numerosas horas a lo largo de estos últimos tres años.
Llegó el
momento en que, como persona ya entrada en años que sos, resuelvas realmente
qué querés hacer y que dejes de cambiar de idea y plan semana tras semana.
Cuando tengas una madura decisión volvé a comunicarte conmigo. Pero, por favor,
no involucres más a terceros ajenos a nuestras conversaciones y acuerdos.
Mis
saludos, Héctor Alvarez Castillo
Héctor Alvarez Castillo
Maestro Nacional - Federación Argentina de Ajedrez
Bauness 2610 - Buenos Aires
Tels. (011) 4757-3263 ó (011) 4523-1305
Héctor Alvarez Castillo
Maestro Nacional - Federación Argentina de
Ajedrez
Bauness 2610 - Buenos Aires
Tels. (011) 4757-3263 ó (011) 4523-1305
De: Alvarez Castillo <alvarezcastilloh@yahoo.com.ar>
Para: ENRIQUE
<ejachess@yahoo.com>
Enviado: Domingo 23 de
marzo de 2008 2:42
Asunto: Sobre varios
Lamento decirte que ya es tarde para considerar autorizar al dueño
de la idea de un proyecto sobre la realización del mismo. En todo caso,
yo y Fernando deberíamos autorizarte a vos, cosa que no lo haremos por motivos
que sobran enumerar y ante ninguna circunstancia.
A mediados de abril te hago llegar un ejemplar de la obra.
Realmente, te has portado como dice Fernando. Me hubiera gustado
que tus actos no le hubiesen dado tal razón, pero vos tenés libertad de obrar
según tus posibilidades, más que según tus capacidades.
Sos un ser increiblemente desagradecido. Lo lamento por vos.
No tengas problemas en cuanto mis comunicaciones telefónicas,
siempre me aburrí de hablar con un ser latoso y repetitivo.
Mis saludos, Héctor Alvarez Castillo.