Introducción

LA INCREÍBLE HISTORIA TRAS LA EDICIÓN DEL LIBRO “PANNO MAGISTRAL – VIDA Y AJEDREZ DE UN GRAN MAESTRO”


“Camino a Babel es mucho más que un diálogo entre dos escritores sobre temas de orden filosófico y literario, es un Borges genuino que nos llega preservado como en una cápsula de tiempo….” Así comienza un breve texto de la contratapa de “Camino a Babel - Conversaciones con Jorge Luis Borges”, un libro de Héctor Álvarez Castillo, prometiendo al lector disfrutar del diálogo entre dos escritores sobre literatura y filosofía.

Uno de los escritores es Jorge Luis Borges, eso está claro. ¿Quién es el otro escritor? Queda implícito que debe tratarse de otro hombre de letras de dimensiones equivalentes a las del autor de “El Aleph”. ¿Quién será? ¿Ernesto Sábato? ¿Julio Cortázar? ¿Gabriel García Márquez? No. El otro escritor es el autor del libro, Héctor Álvarez Castillo…aunque usted no lo crea.

Tal vez, su inesperado ascenso a escritor emblemático, a par de Borges, venga dado por el hecho de que, como se cuenta en el libro, Álvarez fue recibido en la casa de aquel para efectuar el reportaje. Quizá Borges sólo recibía a grandes escritores en su casa. Pero no. Es muy sabido que nuestro escritor insignia en aquellos tiempos le abría la puerta a cualquier pibe que estuviese estudiando periodismo y que quisiera entrevistarlo.

Busquemos, entonces en el autor del texto de la contratapa a alguien que pueda, por fin, habilitar la paridad entre Álvarez Castillo y Borges. Si el que lo dice es Bioy Casares o José Saramago, no estaría mal.

No es así: el que escribe la contratapa es el diseñador gráfico y empleado de Álvarez Fernando Pedró.

Conclusión: la yuxtaposición de estos Álvarez y Borges, dado el abismo que los separa, tal vez tenga como destino provocar el mismo efecto hilarante que la de los personajes homónimos, creados por la inolvidable dupla Alberto Olmedo – Javier Portales.

Y esa contratapa es un claro ejemplo de cómo dos personas que se juntan para construir un relato que –para ellos- puede resistir elocuentes realidades.

Justamente, esa construcción fantasiosa no es otra cosa que el tema que se va a desarrollar en los siguientes párrafos, una historia tan increíble como real: la insólita trama que existió detrás de la edición del libro “Panno Magistral – Vida y Ajedrez de un Gran Maestro”, que contiene la biografía y carrera deportiva del mejor ajedrecista nacido en Argentina.

El propósito de estas líneas es poner en común un culebrón muy curioso y absolutamente verídico, hacer una catarsis por los momentos desagradables vividos, y dar por cerrada toda esta novela. De aquí en más, solo me ocuparé de perseguir el pago de la indemnización por daños que me corresponde, y olvidar este asunto.

Una persona puede ser exitosa o no exitosa. Y a la vez, puede ser corrupta u honesta.

De la combinación de estos cuatro elementos, surge el exitoso y honesto, que es el que se lleva la admiración de todos.

El que ha sido siempre honesto, pero no alcanzó en la vida logros que salgan del término medio (aquí estamos casi todos nosotros), igual es merecedor del profundo respeto de la sociedad, por constituir un elemento positivo para la misma.

El corrupto pero exitoso es un parásito social, a quien la fama, el dinero o el poder le otorgan un artificial respeto que no suele durar para toda la vida.

El escalón más bajo de esta serie lo tiene el corrupto y fracasado, que intenta producir daño pero su por su incompetencia ni siquiera logra alcanzar su lamentable objetivo. En la sociedad genera una mezcla de repudio y hasta de cierta lástima.



A partir de aquí el lector de este blog dispone de dos opciones:
Acceder a una VERSIÓN SINTÉTICA de donde se cuenta muy brevemente todo lo ocurrido, o
preferir la  VERSIÓN COMPLETA en la que el lector tendrá, todos los detalles de esta historia, incluyendo el acceso a mails, documentos, texto de la sentencia judicial, testimonios.
De la información existente en este archivo, tanto el texto de la sentencia como el resto de la documentación de la causa judicial es información pública que proviene de la página web del juzgado respectivo. En cuanto a los mails que se reproducen, en ningún caso su autor podrá alegar su falsedad, ya que desde su envío hasta la fecha de hoy se han mantenido archivados en mi correo web, y con un peritaje informático que ordene un juez queda probada su verosimilitud.
Este mensaje ha sido puntillosamente revisado para que sea a prueba de cualquier intento de iniciar una querella por calumnias e injurias. Del mismo modo será revisada cualquier respuesta pública que el causante genere sobre el mismo, ya sea por cuenta propia o a través de terceros.

---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Otros links relacionados:


Resto de la documentación del expediente judicial

(hacer click en el link para acceder al documento que se desee leer).



VERSION SINTÉTICA - El error de mezclar una buena idea con otra pésima


El error de mezclar una buena idea con otra pésima


A fines del año 2005 terminé de escribir un libro con la biografía y partidas de Oscar Panno. Tuve la mala idea de proponerle a Héctor Álvarez Castillo (en adelante HAC) que se encargue de la edición.

Transcurridos muchos meses sin que el editor ingrese el libro en imprenta, y ante evidencias que el motivo de su demora era que no contaba con la solvencia económica suficiente, decidí financiarle yo mismo el costo de la impresión, para que edite el libro.

Pero, por suerte, antes de que yo llegase a poner un solo peso, me di cuenta que él estaba esperando ansiosamente mi aporte monetario, no sólo para imprimir el libro, sino también para usar parte de él en fines particulares, utilizando algún engaño para que yo no me percatase.

Ante esta situación, lo puse al tanto de que había descubierto la maniobra, aborté la operación y aproveché una oferta de publicarlo en Ediciones Colihue, por un contacto del propio Oscar Panno. Le comuniqué a HAC que el libro iba a salir por esa editorial.

Pensé que todo terminaba ahí, pero me equivoqué. En febrero 2008, en un evidente acto delictivo, HAC tomó una determinación muy temeraria: fue a registrar el libro a la Dirección Nacional de Derecho de Autor como si él hubiese sido, efectivamente, el autor. Dada mi supuesta inexperiencia en temas editoriales, él realizó su maniobra apócrifa con total tranquilidad, ya que supuso que yo jamás había hecho registro alguno. Pero se equivocó enormemente: yo había efectuado mi legítimo registro siete meses antes, en junio de 2007. Fue muy importante que registrase antes, ya que para este tipo de cuestiones, se aplica el principio jurídico de “primero en el tiempo, primero en el derecho”.

Ignorando que el libro ya estaba registrado por mí, de inmediato comenzó a ejercer los derechos que él creía haber usurpado: llamó al titular de Ediciones Colihue para decirle que el libro lo tenía registrado él, y que le iniciaría acciones judiciales si lo editaba. El dueño de Colihue, efectivamente, paralizó la edición, lo que me produjo un gran perjuicio tanto a mí como al GM Oscar Panno.

Obtenido este objetivo, se comunicó nuevamente conmigo para manifestarme que no tenía otra opción que editar el libro con él. El plan de HAC no consistía en que el libro finalmente se editase figurando él como el autor. Eso no lo podía hacer, ya que tanto Panno como todo el resto del ambiente del ajedrez sabía que el libro lo había escrito yo. Con su fraude, HAC sólo apuntaba a disponer de la propiedad legal de la obra. Y yo, para que todo mi trabajo no quede en la nada, supuestamente no iba a tener más remedio que acceder a financiarle la edición en las condiciones que él determinase. De lo contrario, el libro jamás se iba a poder editar.

Las cosas no fueron sencillas para mí: aún demostrándole, con comprobantes en la mano, que el libro me pertenecía, el dueño de Colihue tomó una determinación absolutamente comprensible: no se animó a editarlo. Decía que él era dueño de una editorial, no de un estudio jurídico. Me manifestó que lo editaría sólo si yo le iniciaba un juicio a HAC y el juez, finalmente determinaba que yo era el autor.

Ante esa situación, tomé dos determinaciones: por un lado, inicié el juicio que me habían solicitado. Pero por otro lado, decidí publicar el libro con un editor que no se iba a preocupar si HAC lo amenazaba con un juicio o le mandaba una carta documento. Ese editor era yo mismo. Así fue como en setiembre de 2009 pude, por fin, presentar el libro con una edición de autor.

Pasaron casi cuatro años. Y todo salió muy, muy bien. Los mil ejemplares que edité ya están vendidos casi en su totalidad. Y con respecto al juicio, tuve sentencia favorable que ya está firme, y HAC deberá pagarme un resarcimiento
por haber impedido por un largo tiempo que yo dispusiera de mi creación intelectual y que lo editara de manera normal, esto es, a través de una editorial.

Hoy, judicialmente, todo está muy claro. No existen dudas acerca de mi autoría y de la falta absoluta de derechos de HAC sobre mi libro. Sin embargo, el perjuicio fue ocasionado en forma irreparable, ya que Ediciones Colihue me advirtió que no produce segundas ediciones de libros que no hayan sido editados por ese sello editorial. Por lo cual, es probable que en breve, yo deba volver a hacer una edición de autor cuando se agote la primera.


VERSIÓN COMPLETA - El error de mezclar una buena idea con otra pésima

Desde los años principios de los noventa, yo tenía un proyecto que casi me obsesionaba: escribir la biografía de Osca Panno. Era todo un vacío que existía en la bibliografía ajedrecística nacional e internacional. Allá por el año 2003, estaba presente en una de las clases que daba Panno en River Plate, cuando Diego Valerga le preguntó al maestro: “Oscar, ¿para cuando un libro con su vida y sus partidas?”. La pregunta quedó flotando en el aire, y yo, como justo se había tocado mi viejo proyecto, por primera vez me animé a manifestarlo en voz alta. Dije que desde mucho tiempo atrás sentía ganas de hacer ese libro, a lo que recuerdo que Panno respondió. “Ojo que escribir un libro es un trabajo agotador. Tenés que tener realmente muchas ganas”. Recuerdo también que Valerga me dio un gran aliento. “Enrique, es una gran idea. Contá conmigo en todo lo que necesites”.

Salí de la clase con el proyecto dándome vueltas en la cabeza. Esta vez estaba decidido a concretarlo, y como ahora conocía a un editor de libros de ajedrez, Héctor Álvarez Castillo, (en adelante HAC) tuve la estúpida idea de pensar que ello facilitaría mucho las cosas. Como verán pronto, me equivoqué muchísimo.

Manos a la obra

Esa misma semana hablé con HAC. Le entusiasmó la idea, y hasta me ofreció en préstamo un pequeño y antiguo grabador a casete, tipo periodista. Tal vez, el mismo que usó para entrevistar a Borges. Con ese aparato, pocos días después estaba registrando charlas con Panno todos los sábados una hora antes del comienzo de sus clases en Ríver.

Recuerdo también que uno de esos sábados para mí había resultado muy especial. Era el 17/04/2004, en cuya mañana se efectuó el sepelio de mi madre, fallecida el día anterior. Cuando quise acordar me di cuenta que no le había podido avisar a Panno, quien iba a llegar una hora antes a su clase exclusivamente para encontrarse conmigo. Podía haberlo llamado a la casa para explicarle la entendible razón por la que esa tarde no iría. Pero tomé otra decisión: mi vieja había sido periodista, y estaba muy contenta de que estuviera escribiendo ese libro. Así que, como un homenaje a ella, me encontré con Panno a la hora convenida y realicé la entrevista como todos los sábados.

Así fue como acumulando horas de grabación, información de diarios, revistas y libros, recuerdos personales (lo conozco a Oscar y lo trato asiduamente desde 1973), aportes de maestros del ajedrez (19 destacados jugadores comentaron las partidas del libro) y otros colaboraciones de amigos del ambiente, el libro fue tomando forma. Debo acotar que el principal colaborador era el propio Panno. Cada nuevo capítulo que escribía, lo imprimía y se lo mostraba a él, quien, además de chequear la corrección de la información, muchas veces a partir de la lectura del texto recordaba algún otro suceso, alguna anécdota más, y el libro se iba enriqueciendo.

Así fue como llegamos a fines del año 2005, en que envié por mail a HAC un gran archivo en Word de 266 páginas, y a su vez, en forma física, le entregué ese mismo material impreso junto con varios sobres conteniendo recortes de diarios y fotos que me había facilitado Panno de su colección particular, para que como editor iniciase las tareas de corrección y “puesta en planta” del libro.

Con todos esos elementos, sólo llegó a devolverme –en enero 2006- los impresos con correcciones en lapicera que sometía a mi consideración. En el trabajo de edición de libros, es una práctica obligada la llamada “corrección de estilo”, por la cual un corrector dependiente de la editorial revisa los textos para detectar eventuales errores gramaticales u ortográficos, que luego somete a la consideración del autor. Yo devolví ese material marcando las correcciones que aceptaba y las que no, además de nuevas correcciones de Panno y mías.

A partir de allí, HAC debía entregarme lo que se conoce como “prueba de galera”, es decir, una impresión del libro en formato PDF, con las correcciones incorporadas, el ordenamiento de páginas y fotos, tal como debería quedar la versión final, a fin de que Panno y yo efectuásemos una ronda final de enmiendas, hasta llegar al libro definitivo.

Camino al calvario

Y aquí tuve mi primera sorpresa: pasaban los meses, y ese nuevo avance nunca se producía. Las excusas eran de variada índole: desde otras prioridades en la programación de su editorial hasta la búsqueda de un ajedrecista de gran nivel para escribir el prólogo. HAC decía que le había pedido por mail al GM Jan Timman, pero que éste no le contestaba…Esa parte la solucioné contactándome con Jorge Rubinetti, y entregué el prólogo que escribió este compatriota maestro internacional, solucionando el inconveniente. Pero, las cosas no cambiaron mucho. La prueba de galera no aparecía, y con Panno ya empezamos a temer –medio en broma y medio en serio- que si el costo de una resma de papel y los cartuchos de tinta que hacían falta para imprimir esa prueba era para el editor una erogación elevada, estábamos en el horno, el libro no lo iba a poder editar jamás.

No tiene nada de malo ser artista y a la vez pobre. Pero es imperdonable ofrecerse como productor de cine o como editor, y no tener recursos para cumplir los compromisos.

Ante esta situación que se perfilaba, Oscar ya comenzó a nombrar a Ediciones Colihue como alternativa. Él ya había hablado con su dueño, el señor Aurelio Narvaja, y le había explicado el problema que teníamos. Narvaja respondió que con gusto aceptaría editar el libro. -“Una editorial que no tiene capacidad para editar un libro, no es una editorial” -fue su diagnóstico de la situación. La propuesta que hizo Narvaja, para que nadie pierda, era comprarle a HAC los archivos de edición y hasta hacer figurar el sello “Álvarez Castillo Editor” entre los créditos del libro, creando una ficción de “co-edición” entre ambas editoriales. Si HAC no aceptaba esto, simplemente Colihue producía un nuevo archivo de edición, volvía a escanear las fotos y el libro se editaba con total prescindencia de “Álvarez Castillo Editor”.

Yo me alegré de que existiera ese “Plan B” (que en realidad, comparando la envergadura de ambas editoriales, debió haber sido el “Plan A”). No quise romper con HAC todavía, en función de la amistad que tenía, le quería dar una nueva oportunidad. Me reuní con él y Fernando Pedró (que no abrió la boca en toda la reunión) a principios de julio de 2007, en un bar de la calle Bauness y les comenté que existía la posibilidad de una edición conjunta con Ediciones Colihue, y que si HAC aceptaba, se podría concretar alguna reunión y llegar a un acuerdo. HAC me dijo que no quería “ir de punto” con el dueño de Colihue. Me pidió un plazo de tres meses más, al cabo de los cuales, octubre de 2007, el libro iba a estar en la calle sí o sí.

Acepté darle, por última vez, una oportunidad, y al día siguiente de esta charla tomé una decisión que el tiempo demostró que fue fundamental: fui a registrar mi propiedad intelectual de la obra en la Dirección Nacional de Derecho de Autor (en adelante DNDA). Pensé que el libro ya venía dando vueltas un montón de tiempo sin editarse, y ahora iba a estar otros tres meses en la misma situación. No confiaba en el profesionalismo de HAC para resguardar los textos inéditos que tenía en su poder. Y ante esa duda, seguí el consejo que me venía dando mi amigo Federico Carabajal, un premiado realizador de cortos cinematográficos: “Lo primero que hago cuando termino una película, antes que la vea mi propia sombra, es ir a registrarla”.

Como gesto de que esta vez las cosas estaban encaminadas, HAC en pocos días se apareció con la prueba de galera, ahora si, con fotos, una partida comentada por Fernando Pedró (cuya inclusión ya estaba convenida), un índice onomástico del libro, y hasta con el agregado de algunas notas al pie que figuraban como “nota del editor”. No me habían pedido autorización para agregar ni estas últimas ni el índice onomástico, pero no me parecieron improcedentes. No significaban un aporte muy importante, pero tampoco estaban mal, así que los acepté. Miramos el material con Panno y efectuamos correcciones sobre el nuevo impreso, y en pocos días devolvimos todo. Sólo restaba esperar que ahora, por fin, HAC nos avisara que el libro estaba entrando a imprenta.

Pero nuevamente me daría cuenta que mi inocencia era absolutamente incorregible: Pasó el mes de octubre, y otra vez empezaron a acumularse los días, las semanas, y la ansiada noticia no se producía. En cierto momento, me llama HAC. “Por fin, me estará por avisar que el libro entró a los talleres” pensé. Pero nada que ver: como el convenio de edición que había arreglado con él consistía en que yo debía efectuar una compra anticipada de 150 ejemplares (sobre un total de 1.000 y aportando el 25% del costo de la impresión) para ayudar a financiar el libro, HAC me llamaba para que le vaya anticipando ese aporte, que estimábamos entonces en $ 3.500.- (tengo, además, el correo con este pedido, pero no quiero abrumar a los lectores). De la charla y el correo surgió que el monto solicitado no era para pagarle el anticipo a la imprenta, sino porque él tenía alguna necesidad financiera en el flujo de fondos de su negocio. Cuando le pregunté como pensaba solventar el libro si era evidente que no tenía recursos ni para mantenerse él, me dijo que estaba tramitando un préstamo en el Fondo Nacional de las Artes. Cuando lo recibiera, con total seguridad, el libro se imprimía.

La noticia algo me alegró, Por fin parecía verse la luz al final del túnel. Pero, con respecto a su solicitud de adelanto de dinero le dije que no. Yo iba a aportar mi parte, pero sólo cuando ya sintiera el olor a tinta en mis fosas nasales.

Y las malas noticias siguieron. Días después, ante una nueva pregunta mía respecto de cuándo le otorgaban el crédito, me dijo que todavía no se lo daban porque “tenía algún problemita con el Veraz”, que “ya había cancelado una deuda que figuraba ahí pero que todavía no se la habían borrado”, que “estaba exigiendo al Veraz que regularice la situación”.

Y ante esto, casi cometo uno de los actos de estupidez más grandes de toda mi vida, tal vez motivado por la inaguantable ansiedad de haber escrito un muy buen libro pero estar cada vez más lejos de poder publicarlo: Le ofrecí otorgarle una suerte de crédito puente. Yo le daba los fondos para la materialización del libro, lo imprimíamos, salía a la venta, y ya sea cuando le saliera el crédito del Fondo de las Artes, o cuando se estuvieran facturando las ventas de la edición, él me iría devolviendo en el transcurso de menos de un año, toda mi inversión.

¿Quién me salvó de cometer semejante insensatez? Por suerte, el mismo HAC, que tiene una particularidad que finalmente lo perjudica a la hora de beneficiarse con la generosidad de algún tercero: Él va por todo. No se conforma con haber obtenido algo de lo que podía obtener. Y en ese querer ir por todo, llega un momento que la gente se cansa y lo manda a la mierda.

Recuerdo que la reunión se realizó el viernes 4 de enero de 2008, poco después del mediodía en el Bar Gildo, que estaba en la esquina de Corrientes y Medrano. (Por suerte, lo han demolido. No soporto los lugares que asocio con experiencias desagradables). Estuvo presente HAC junto con Pedró, que nuevamente se mantuvo absolutamente callado, fiel a su rol de empleado que participa como oyente de una reunión de su jefe. Yo esperaba que HAC me agradeciera que mi aporte financiero liberaba la cuestión, lo salvaba de un desagradable papelón y hasta lo habilitaba a hacer un muy buen negocio. Pero no. En el tono de la reunión, parecía que era él el que me hacía un favor a mí. Imponía sus condiciones, era inflexible con ceder ni un ápice de nada. Igual, el acuerdo quedó cerrado de palabra, yo estaba tan podrido de todo que no quería dar mas vueltas en el asunto. Le dije que busque la imprenta y me vaya diciendo en que momentos le tenía que ir dando sumas de dinero. Me fui apurado, porque tenía una reunión en mi trabajo. Pero en el camino me dije más de una vez “soy un reverendo pelotudo, me tendría que haber levantado de la reunión y mandarlos al carajo”. Intuía que había estado muy flojo, todo por mi maldita ansiedad de presentar el libro.

Cuando comenté a otras personas del ambiente del ajedrez mi decisión de financiar el libro, todos me dijeron que estaba absolutamente loco[1]. Ahí me di cuenta que la fama de HAC dentro del ajedrez no era la mejor. Era para volver a llamarlo y decirle “No voy a poner un mango. Voy a seguir esperando que arregles tus problemas económicos y cuando ello ocurre, lo imprimimos”. Pero yo estaba embalado en terminar toda esa cuestión, y tomé una alternativa intermedia. Iba a poner el dinero, pero iba a ejercer un control mayúsculo sobre la ruta que éste siguiese.

En función de eso, le dije que todos los pagos se harían en cheques, así que le pedí que me diera la razón social de la imprenta e importe del anticipo, así hacía el primer cheque. Pero en todas las cuestiones con HAC, cuando parece verse la luz al final del túnel, en realidad es porque un tren viene de frente. Me envía el mail[2] de fecha 9/1/2008, que me encendió luces rojas por todos lados: me decía que debía hacer un cheque para Editorial Verlap por $ 6.000. Eso parecía correcto. Pero ¿Qué hace el otro cheque de $ 3.000.- para una supuesta “Editorial Candil”? Por empezar, casi coincidía el importe con el que antes me había pedido que le adelantara y le dije que no. Por seguir: es raro que una empresa que te vende un producto o servicio te diga que una parte se la pagás a ella, y el resto a otro proveedor. Cuando Ford te vende un auto, el pago se lo hacés a Ford. No te van a decir “El auto págueselo a Ford, pero para los neumáticos haga un cheque a nombre de Firestone”. Por algo, el proceso de determinación del IVA ha previsto un “débito fiscal” y un “crédito fiscal”. Empecé a investigar por Internet si existía esa supuesta “Editorial Candil”. No la encontré por ningún lado, ni siquiera en archivos de la AFIP.

Harto de toda la cuestión, hablé con el señor Luis Peralta, el dueño de Verlap, la imprenta que sí sabía que iba a imprimir el libro. Me confirmó que estaba por efectuar la impresión. También me dijo que ellos tercerizan trabajos, pero que todo pago se hace –tal como yo lo suponía- exclusivamente a través de su empresa, de manera que no existía ningún pedido de pago fuera del mencionado de $ 6.000.- Esta conversación telefónica no fue grabada, pero en la causa judicial cité a declarar al señor Luis Peralta, quien manifestó desconocer empresa alguna que se llame “Editorial Candil”. Y ratificó que todo cobro por sus trabajos propios o tercerizados los efectúa él o su propio personal administrativo.[3]

Cuando corté la comunicación pensaba que estaba viviendo una pesadilla: había escrito con éxito y la mejor voluntad un libro, prácticamente lo estaba editando yo mismo para que el negocio lo haga otro, y encima, me pretendían desviar fondos con fines inciertos. ¿Qué tenía que hacer? Dentro de todo lo malo, lo rescatable era que todavía no había puesto un solo peso. ¿En que condiciones tendría que continuar con el proyecto, si es que me decidía a continuar? Podía determinar que todos los pagos a la imprenta verdadera los haría yo en forma personal. También podía establecer que, una vez impreso el libro, yo iba a ser el depositario de los ejemplares, y que para cada remesa que le entregase a HAC, él previamente me tenía que entregar en devolución el importe correspondiente. Pero ¿para que complicarme si Panno ya hace rato que me viene hablando de una editorial seria y prestigiosa? Era el momento de abandonar definitivamente a HAC. Lo llamé a Panno, quien concertó una rápida reunión entre él, el dueño de Colihue y yo, en la que el empresario aprobó el proyecto a libro cerrado, con la sola mención de su contenido.

Por empezar, le mandé un mail a HAC pidiéndole alguna explicación sobre “Editorial Candil” y el cheque, a ver que me decía. Y anunciándole que retiraba mi propuesta en el negocio. Me respondió con un mail[4] en el que, lejos de darme alguna explicación, me echaba la culpa a mí del bolonqui que se armó tras mi llamada a la imprenta Verlap. Y además, me dice (esto es increíble!!) que  “Los cheques, de $ 2.000.- y de $ 6.000.-…., se pueden manejar con cierto aire.” Además de no dar ninguna explicación sobre el misterioso cheque de $ 3.000, ahora  sigue insistiendo en que es necesario que los pague, pero tomó el recaudo de reducir su monto. Bajó a $ 2.000. Si seguíamos intercambiando correos, seguramente seguiría reduciéndose, y la discusión la terminaría él diciendo “al final, ¿tanto quilombo por cincuenta pesos?”

Cuando comprobó que no había marcha atrás, me mando nuevos correos intentando convencerme, aunque sin brindar la explicación que esperaba sobre el caso del cheque.

Los dos meses en los que HAC creyó que era el dueño del libro

La ruptura con HAC se produjo durante el mes de enero/2008, mes de feria judicial y mes de receso de las oficinas de la Dirección Nacional de  Derecho de Autor. En la segunda quincena de ese mes, además, yo me fui de vacaciones a la costa. El jueves 31 de enero a la noche, ya estaba de regreso en Buenos Aires. Había logrado desenchufarme de cuestiones de mi trabajo, y también, por que no, de toda esta historieta del libro.

El lunes 4 volví a mi oficina, mientras que a escasas ocho cuadras de donde yo estaba, HAC, a espaldas mías, se presentaba en la Dirección Nacional de Derecho de Autor con un CD en la mano. Pide un formulario de registro de obra literaria, anota el nombre que entonces tenía mi libro “Panno x 64”, y en el campo para registrar el nombre del autor, escribe únicamente “Héctor Adrián Álvarez”, que es el nombre que figura en su DNI. Esto significa, sin atenuantes, la expresión de HAC de que la obra le pertenece en un 100% a él, y un 0% a mí, cuando la realidad era exactamente la inversa, y así lo tuvo que determinar la justicia.

Obviamente, él no sabía que ese libro ya lo había registrado yo, casi ocho meses antes. No solamente ignoraba que yo ya había ejercido mi genuino derecho, sino que, muy por el contrario, HAC estaba seguro que, dada mi inexperiencia en cuestiones de edición de libros, ni se me hubiera ocurrido hacer ese registro.

Ninguna editorial con mínimos códigos de ética se animaría a cometer una defraudación de características semejantes a la cometida por HAC.

Regresó a su casa, y muy envalentonado, a las 16.00 hs. me escribe un nuevo mail[5], en el que, a modo de castigo, me informa que sólo dispongo de dos opciones: o incremento mi compromiso de compra anticipada de libros de 150 a 400 ejemplares, o le compro el archivo de edición al costo sideral de $ 8.000.-

¿Qué le pasaba a HAC que, como el Ave Fénix (o como el Gato Félix) había resurgido de las cenizas? Del tono culposo de su último mail, intentando hacerse el gil respecto del cheque de las tres lucas, ahora recuperaba su habitual estilo arrogante. ¿Hay alguna parte de la historia que me perdí? Efectivamente, la había.

Le pregunté telefónicamente a Narvaja cual es el precio de mercado del archivo de edición de un libro de esas características (él ya tenía el archivo del libro en Colihue), y me responde que difícilmente supere los $ 2.000.- Esto significaba que, con los $ 8.000 HAC pretendía cobrarme los $ 2.000 del archivo de edición, y el resto, $ 6.000.- constituía el 100% de los derechos de autor que me correspondían si editaba la obra.

Con esta información, le mando nuevo mail a HAC diciendo que yo no voy a usar ninguna de las opciones planteadas, sino una tercera: editar el libro con Colihue. Y que Colihue les compraría el archivo de edición al respectivo valor de mercado. A su vez, le envío un mail a Pedró, que es el que diseñó el archivo de edición, para que sea él quien le ponga precio, ya que el valor que le adjudica HAC a los mismos cuadruplica el valor real.

Me contesta Pedró con otro mail escrito, al igual que el anterior, desde la soberbia y el convencimiento de que ellos eran los dueños de la pelota. Para irle tomando el peso desde el comienzo, el mail tenía como asunto la palabra “Miserable”. (¿Justo ellos?) Por la redacción, era clarísimo que el mensaje fue escrito por ambos, o quizá dictado por HAC. Es increíble como, tanto éste mensaje como otros que se describen más adelante, se cumple aquella premisa que resaltan los sicólogos, según la cual, toda descripción que un sujeto hace de terceras personas tiende a ser autorreferencial.

Los textos de los últimos mensajes eran enviados desde el ángulo del que tenía el dominio de la situación, y yo no sabía por qué...o ya estaba empezando a sospecharlo. En el mensaje, Pedró toma como que lo quise comprar a espaldas de su amo, cuando sólo intenté que la misma persona que se tomó el trabajo de hacer el diseño gráfico del libro, tenga la potestad de determinar cuánto vale. Y además, instala el tema judicial en este conflicto. Ellos amenazan con hacerme un juicio y mandarme preso justamente a mí, que soy el propietario legal del libro. ¿Qué raro, no? Por supuesto, a partir de este mensaje que nunca contesté, decidí cortar todo diálogo también con Pedró.

Pero el 12/02/2008, recibo el mail más increíble de toda esta zaga[6]

Un mail en el que curiosamente me informan a mí que, contrariamente a lo que yo hasta entonces creía, el libro lo habían escrito Pedró y HAC.

“Bien sabés –y no sos el único que lo sabe dentro de la comunidad ajedrecística y fuera de ella– que la idea del libro, así cómo se realizó, fue mía, que el título y plan de la obra son de Fernando y míos, que la mayoría de los temas fueron dados por Fernando, que el trabajo literario –arduo, muy arduo por cierto– es tanto de Fernando como mío”. Me pregunto: si esto es cierto, ¿cuál habrá sido mi rol en el libro? A lo mejor les estuve cebando mate a los dos mientras ellos lo escribían. Y por lo que veo, ni Panno debe haber intervenido. Porque si ellos hicieron el plan de la obra, si Fernando dio la mayoría de los temas y si ambos hicieron todo el trabajo literario (es decir, escribieron todo el libro), a Panno y a mi no nos queda nada. Es curioso, además, que estos muchachos creen saber más sobre Panno que el mismo Panno.

También, para acotar dentro de este mail, aparece nuevamente una amenaza de iniciarme juicio, y también la curiosa figura jurídica del “grabador que confiere autoría”. De esto último vamos a hablar más adelante.  Para terminar, HAC ahora me dice que sólo tengo una opción: la edición de la obra con la editorial de él….y –obviamente- con la plata mía.

El nivel de agrande de HAC era demasiado sospechoso: me escribía desde el pedestal de la ética. Es raro, el conflicto se produjo a partir de un intento de  maniobra aún no aclarada, por ese cheque de tres mil pesos. Pero, atento al tono del discurso, parece que el que tenía cosas que aclarar era yo. Es más, en el texto habla de “otro intento de estafa”, catalogándome como estafador serial.

Muchachos…luego de más de cuarenta años de pertenencia al ambiente del ajedrez, todos saben quién soy yo…y también, todos saben quien es HAC. La respuesta a la pregunta quién de los dos puede ser el estafador, la dejo abierta para las personas que nos conocen a ambos.

Creo que antes de seguir adelante, corresponde contestar punto por punto los conceptos salientes del mensaje, a saber:

HAC dice que la idea del libro es de él: Mentira. La idea de escribir este libro se me ocurrió muchos años antes de tener la desgracia de conocer a HAC.

HAC dice que el título es de él y Pedró: El título definitivo de la obra “Panno Magistral – Vida y Ajedrez de un Gran Maestro”, me pertenece de manera exclusiva.

HAC dice que el plan de la obra es de él y Pedró: El plan de la obra no es otra cosa que el contenido conceptual del libro. Creo que –hablando de educación formal- un Ingeniero y un Contador Público, tienen suficiente nivel como para haber confeccionado el plan de la obra de este libro, sin tener que recurrir a dos personas que –a lo sumo- han completado la escuela secundaria.
Y si agregamos que el libro se refiere a la propia vida del ingeniero, y que este ingeniero ha escrito otros libros y es además una de las mentes más brillantes de la Argentina contemporánea, huelga hacer ninguna aclaración.

HAC dice que la mayoría de los temas fueron dados por Pedró: Estimados, este libro fue escrito codo a codo junto con el maestro Panno. Vuelvo a preguntar: ¿Pretenden saber más de la vida de él que el propio Panno?

HAC dice que el trabajo literario es tanto de él como de Fernando: “Trabajo literario” = escribir el libro = autoría. Si así fuera, cabría preguntarle a HAC por qué termina reconociendo que el autor soy yo, tanto en la contestación de demanda del juicio civil (se reproduce en página 4 de la sentencia, último párrafo), y también en la indagatoria de la causa penal. Claro, aquí ya no tenía margen para sus fantasías, porque su pellejo estaba en peligro.

La misma tarde del 12 de febrero, me pude enterar de todo, puede develar el misterio del agrande de HAC: me llama Panno, quien me dice que a su vez lo había llamado Narvaja, el dueño de Colihue. Tanto Panno como Narvaja habían recibido el mismo mail que yo. Pero además, Narvaja había atendido un llamado telefónico de HAC, amenazándolo con iniciarle juicio si llegaba a producir el libro biográfico de Panno en su editorial, ya que él tenía registrada la obra a su nombre. También me dijo Panno que Narvaja nos esperaba en la editorial para conversar.

Después del llamado, lo primero que hice es ir a la computadora a ver con copia a quienes figuraba el mensaje dirigido a mí. Encontré que no figuraba como copiado a nadie, lo que significaba, simplemente que HAC había usado el rastrero recurso de enviar un mail con copia oculta para intentar engañar al dueño de Colihue, y, por las dudas, también a Panno. Al otro día, también fui a primera hora a la Dirección Nacional de Derecho de Autor para que me informen cuántos registros de mi libro existían. Consultando la base de datos, me informaron que sólo el mío, de fecha 12/06/2007. Pero me advirtieron que si se hubiese producido algún otro registro, el mismo se cargaba recién a los tres meses. Me quedé tranquilo, porque si el anómalo registro existió, fue posterior al mío, y entonces tenía escasas posibilidades de surtir efecto.

Días después, nos reunimos con Narvaja en la sede de su editorial. Panno le explica enfáticamente que el trabajo de creación del libro fue realizado entre él y yo, además de los maestros que comentaron partidas. Y que HAC no había escrito un solo párrafo, de manera que su participación autoral era cero. Yo le agregué que había consultado en la base de datos de la DNDA, y me habían asegurado que –de existir otro registro del libro- el mío era el primero, de manera tal que podía editar sin temor a sorpresas.

Pero Narvaja no quería meterse en el más mínimo problema. Y tomó una determinación que yo mismo hubiera tomado en su lugar.

-          Mire, yo tengo una editorial, no un estudio jurídico. Yo le edito el libro si todo está bien, pero ante la menor posibilidad de un conflicto, me corro a un costado.-
-          Pero ¿que tengo que hacer para poder editar el libro, entonces? Es de mi propiedad, soy el que lo tiene registrado, y ¿no tengo derecho a que se lo publique?
-          Lo que tiene que hacer es iniciarle un juicio. Si un juez determina quien es el autor, yo no tengo ningún problema en editarlo-
-          Pero un juicio dura muchos años. ¿Tengo que esperar hasta una sentencia, entonces, para recién poder publicar el libro?
-          No necesariamente. Habrá que ver cómo contesta la demanda este tipo. Si en la contestación admite que el autor es usted, yo se lo publico. Y un consejo; no se conforme con una demanda civil. Iníciele también una acción penal, así arruga rápido, llega a un arreglo y se destraba todo.

Mientras tanto, ante mi falta de respuesta al nefasto mensaje del 12 de febrero, HAC me vuelve a escribir el 21 de marzo preguntándome que pensaba hacer con el libro. En sus cálculos, él tal vez haya previsto que yo ya le tendría que haber respondido allanándome a las condiciones que pretendía imponerme.

Seguramente supone que ya sé de su registro y que estoy desesperado sin saber que hacer. Entonces, una vez más, intenta marcarme mis opciones: o me comunico con él y retomo el proyecto de entregarle dinero, o él, por su cuenta, va a proceder a hacer una edición reducida, de carácter testimonial, vaya a saber con qué fines. Mi respuesta inmediata fue “no inicies ningún intento de hacer alguna edición reducida del libro, porque no la voy a autorizar”. Como contestación a esto, volvió a producir el 23/03/2008 otro de los correos electrónicos épicos de la serie[7], donde comienza diciendo “Lamento decirte que ya es tarde para considerar autorizar al dueño de la idea  de un proyecto sobre la realización del mismo. En todo caso, yo y Fernando deberíamos autorizarte a vos, cosa que no lo haremos por motivos que sobran enumerar y ante ninguna circunstancia.”

Otra vez se agrandó Chacarita. A este mail ya no le respondí con otro, sino con una carta documento, que tuvo como fecha 28/03/2008, en donde le vuelvo a expresar que no lo voy a autorizar a realizar su edición limitada, y donde le expreso que el libro “es de mi exclusiva autoría y registro”.

El día que recibió esta carta (pongámosle el 31/03/2008), es posible que se haya terminado su romance con una obra que consideraba jurídicamente de su propiedad. Fueron unos 54 días, menos de dos meses, en que nos ofreció patéticos mensajes que, dentro del bajón que significaba para mi no poder publicar, me divertía y hacía divertir a mis amigos por su arrogancia ante la errónea creencia de que él era el dueño. El mail que acabo de referir, ha sido, hasta el día de hoy, el último de HAC que he recibido en mi vida.

Se inicia el juicio - HAC da un manotazo de ahogado

Al otro día estaba hablando con mi primer abogado, Claudio Gonçalvez. Estaba de acuerdo con iniciar la demanda, pero antes –me dijo- sería bueno esperar a que aparezca –si es que existió- el registro trucho de HAC en la DNDA. Todavía no se visualizaba en la base de datos de ese Organismo. Una cosa es iniciar un juicio por un llamado telefónico intimidatorio a Narvaja, otra muy distinta es ir con un comprobante de la comisión de todo un delito. Pero de todas maneras, bien se podía iniciar el proceso de mediación, previo al juicio, en el que –si HAC entraba en razones- se podía firmar un acuerdo en el que él daba un paso al costado, se terminaba todo el conflicto, y el libro se publicaba con Ediciones Colihue. Así, el lunes 20/04/2008 le envié mi segunda carta documento, esta vez, reclamándole una suma de $ 50.000 por daños y perjuicios al haberme bloqueado la edición del libro en Colihue. HAC, por mal asesorado, o pretendiendo ser más vivo que cualquier abogado, se presentó a  la mediación sin abogado, acompañado solamente por Fernando Pedró, su fiel escudero y aplaudidor. Obviamente, la abogada mediadora lo dio por no presentado, y con ello quedó habilitada la vía judicial civil por parte mía, que se sustanció recién después de tener en mi poder la prueba documental de su intento de estafa: la constancia de su registro irregular en la DNDA.

Mientras tanto, el 26/04/2008, HAC da un violento giro a su estrategia. Seguramente había averiguado que su delito estaba fracasando, ya que mi registro antecedía al de él. Comprendió que ya no valía seguir insistiendo en una posición desde la soberbia, porque tenía las de perder.  Ese día, que era sábado, HAC va a la sala de ajedrez Club River Plate, acompañado ¿por quién? Si, adivinaron, por su fan Nº 1, Pedró. Se acercaron a donde Panno estaba dando su clase, preguntaron si yo estaba o iba a concurrir -justo ese día, falté- y le entregaron dos ejemplares del libro “Panno x 64”, como se llamaba en ese momento: uno para Oscar, y otro para mi. El discurso de ellos ahora parecía haber cambiado sustancialmente. Ya habían abandonado la idea de que yo pusiera la plata, se convencieron que jamás haría eso. Aceptaban que el editor fuera Colihue, y para ello entregaban esos ejemplares de muestra. Habían tenido sumo cuidado de insertarles la leyenda “Edición limitada de 5 ejemplares sin valor comercial”, para no complicar más las cosas, que se estaban poniendo cada vez más espesas.

Panno les dijo que lo antes posible hablaría conmigo. En realidad me llamó esa misma noche. Fui a su casa y me entregó uno de los ejemplares recibidos. En principio, me pareció que, por fin, la paz empezaba a renacer. Por lo que me dijo Oscar, la idea era que ellos y yo nos presentásemos en Colihue y acordemos con su dueño, Narvaja, y “discutamos con él lo que nos corresponde a cada uno”. Siempre entendí en tal sentido que “lo que nos corresponde a cada uno” estaba conformado así: ellos, los archivos de edición, que se los compraría Colihue, y yo, mis derechos de autor. Hasta me parecía correcto comprarle a Pedró las notas al pié, la partida comentada y el índice onomástico que había escrito, pagárselo una sola vez (no superaban el 5% del total de la parte biográfica del libro), quedar yo –como correspondía- como único autor, y concretar de una buena vez la publicación del libro.

Pero mirando en detalle el volumen que acababa de recibir, otra vez se me prendieron luces con distintos tonos de rojo: en la página legal del libro, en el sector donde se detalla el Copyright (es decir, ni más ni menos, donde se debe colocar legalmente el nombre del autor de la obra), aparezco yo, pero también aparecen ellos en un pie de igualdad conmigo.

Es decir, que lo que se pretendía ir a hablar a Colihue era presentarle a esa editorial un libro que supuestamente tenía tres autores. Cuando observé eso, a pesar de que todo me tenía absolutamente cansado, decidí que no iba a concurrir con ellos en Colihue. ¿Para que? Para tener una estéril discusión con HAC y Pedró frente a Narvaja? Mas que nunca, y lamentándolo por Panno, decidí continuar con mi plan original de que sea la justicia la que resuelva las diferencias.

En la nueva estrategia de HAC, “el libro” era sólo aquel que había entregado a Panno y a mi, y que incluía el agregado de notas al pie de Pedró, una partida comentada por éste y su índice onomástico. Teóricamente, si se editaba ese material, estaba incluyendo elementos que no eran de mi propia producción. Aunque porcentualmente esos elementos determinen una ínfima proporción sobre el total de la obra, igualmente esta situación –pensaba HAC- me obligaba a compartir la autoría con él y su dependiente. Aunque ello no me gustase mucho, sería el único camino para publicar de una vez el libro y terminar toda la historia.

Pero yo, después de la inicial y nunca aclarada maniobra con ese cheque de $ 3.000, después del intento de robarme todo el libro y el posterior apriete vía mails y llamados a Narvaja, no tenía ni la menor intención de que HAC termine obteniendo un mínimo beneficio de su accionar. Más cuando ese beneficio no era menor: para editar, presentar, cobrar derechos de autor o publicitar el libro, siempre tenía que consensuar con él y Pedró, que pasaban a ser mis socios forzosos. No hubiera tenido ningún problema en ser socio de Panno, Valerga o cualquiera de los que, comentando partidas, efectivamente hicieron un aporte creativo sobre el libro. Pero justamente, todos ellos se negaron a ser incluidos formalmente como colaboradores o coautores en la obra.

Entonces, tomé la determinación correcta: unilateralmente, decidí que “el libro” fuera el resultante de archivos de edición nuevos, confeccionados a partir de mi registro original de la obra (junio 2007), los cuales no contenían ni las “notas del editor” ni el índice onomástico que había confeccionado Pedró, ni ningún otro material que no fuera de origen propio o de los diecinueve maestros que comentaron partidas. Esos nuevos archivos los comencé a trabajar en formato Word, con el objeto de que, una vez terminados, los entregaría al diseñador gráfico que corresponda, ya sea el de Colihue o –ya estaba trabajando esa idea- uno particular que yo mismo contratase, con la intención de efectuar una edición de autor. También, le pedí una vez más a Panno las fotos de su archivo, para escanearlas nuevamente, ya que nunca conté con los archivos digitales de edición producidos por Pedró, y aunque tuviera acceso a ellos, jamás los utilizaría. Recuerdo que en Colihue me recomendaron escanear las fotos “en 300 DPI”, tarea que comencé a ejecutar puntillosamente.

Mientras trabajaba en esto, Pedró, cada tanto, me enviaba algún mail para saber cual era mi parecer respecto de concretar la reunión con el dueño de Colihue que ellos habían pergeñado. Mágicamente, los nuevos correos ya tenían un tono respetuoso. Incluso me pedían, insistentemente “desjudicializar” la cuestión, “ya que ello nos perjudicaría a todos”. Extraña amnesia de quienes, semanas antes, amenazaban con llevarme a la cárcel. Yo no contesté ningún mensaje, ya que no los pensaba anoticiar de mis próximos pasos. Otra amnesia: luego de hacerme demorar muchos meses la aparición del libro, por la irresponsabilidad y conducta delictiva de HAC, ahora me reclamaban que me apure a concretar la reunión con Narvaja y editar el libro,  “porque Panno no se merece semejante destrato”.

El 24/10/2008 me enteré vía web que HAC había contestado la demanda civil. Por la web del Poder Judicial me puedo enterar del contenido de cualquier documento generado por el juzgado, pero no del contenido producido por las partes. Para conocer que contestó, forzosamente debía concurrir a la mesa de entradas y ver el expediente. Pero igual, en la web había una providencia que me resultó muy graciosa, que es la que transcribo a continuación: “Nota: Se deja constancia que en el día de la fecha se reservó en secretaría la documentación acompañada (grabador, prueba instrumental), en "sobre chico Nº 47.187/2008". Conste.-Buenos Aires, octubre de 2008” ¡HAC había entregado como prueba instrumental su famoso grabador! ¿Qué tiene que ver este aparato con la causa?

Cuando fui a leer la contestación de demanda, me encuentro que HAC reconoce mi autoría del libro, pero insiste en que él había “colaborado”. Pero ahora, esta colaboración la circunscribe a “idea, plan de obra, corrección y edición general”. Ya dije que la idea y plan de obra no pertenecen a HAC. Pero aunque efectivamente las pudiese probar como propias, no constituyen presunción de autoría, según la normativa de Derecho de Autor vigente. La “corrección y edición general” sólo pueden ser ciertas si nos referimos al libro de prueba que ellos le entregaron a Panno y a mí. Pero no son ciertas para el libro que finalmente yo edite, ya que –tal como lo he explicado- nada tiene que ver con el archivo de edición de ellos.

Con respecto a por qué registró una obra que no le pertenecía, intentó la mendaz justificación de haberlo hecho para proteger mi propiedad intelectual, ya que el libro “entraba a imprenta” y yo no podía ir a inscribir mi creación  porque “estaba de vacaciones”. Ambas afirmaciones eran falsas: ni el libro entraba a imprenta (¿con que guita, si yo no había decidido no hacer ningún aporte, y él no tenía?) ni yo estaba de vacaciones (el día que hizo su registro falso, ya hacía cuatro días que estaba de regreso)[8]. También intentó un infantil atenuante a su delito: decía que si bien en el documento de registro autoral figuraba él sólo, en el contenido del CD que se deposita en sobre lacrado (y que sólo puede mandar a abrir un juez), estaba debidamente acreditado que el autor era yo. Más o menos, como que yo un día le robo el auto a Juan Pérez, y con un ardid lo registro como mío. Si la policía me descubre y me viene a detener, digo “Momento, en ningún momento he desconocido el derecho de propiedad de Juan Pérez.” Acto seguido, abro la guantera y exhibo un papel en el que reconozco que el auto pertenece a Juan Pérez.

Finalmente, HAC depositó su grabador (que aún hoy debe estar en algún estante del juzgado), a la vez que pedía una pericia sobre el aparato para probar si las cintas de grabación que yo acompañé en la causa, habían salido de ese aparato. Algo insólito, una suerte de “pericia balística” de un grabador, para demostrar algo que yo no tenía ningún interés en negar: si, yo utilicé el grabador para hacer los reportajes del libro, pero ¿y que? El uso de un grabador nunca presume autoría de una obra para el dueño del mismo. Que esto se le haya ocurrido a HAC, que tiene nulos conocimientos en materia jurídica, vaya y pase. Pero que finalmente un abogado haya suscripto esta curiosa concepción, ya es insólito.

A cuatro días de presentar el libro, nuevo bloqueo

Tal lo acordado, al otro día de ver la contestación de demanda vuelvo a visitar a Narvaja con la copia respectiva. El titular de Ediciones Colihue la lee, y toma la decisión que tanto estaba esperando:

-          Esto está bien. Reconoció todo. Ahora sí podemos editar el libro.

Al momento llama a su despacho a uno de los diseñadores gráficos de la editorial, me lo presenta, y a partir de ese momento me relaciono con él para toda la secuencia de la “puesta en planta” de la obra. Curiosamente, el libro, que ahora había adquirido su nombre definitivo, “Panno Magistral – Vida y Ajedrez de un Gran Maestro”, iba a tener su segundo archivo de edición. Por todo el conflicto ocurrido, el diseño producido por Pedró, pasaba al olvido. Yo pensaba que este diseño de Colihue era el definitivo. Pero, una vez más me estaba equivocando.

“Domingo 10 de Mayo - 16:00 Colihue. Presentación de libro: “Panno Magistral. Vida y ajedrez del Gran Maestro argentino”, de Enrique Arguiñariz. Participan: Enrique Arguiñariz, Oscar Panno y Diego Valerga.(Sala Adolfo Bioy Casares)

Este aviso, que todavía hoy existe en Internet conservando su error en el título de la obra, anunciaba la tan ansiada presentación en una sala para 120 personas. Iba a ser un acto un tanto particular: si bien el libro ya estaba totalmente diseñado, no se llegaba a la impresión de los dos mil ejemplares que había previsto Colihue como tirada inicial. Existirían los discursos, los aplausos, las felicitaciones, pero no habría ni venta ni firma de ejemplares, porque el libro recién iba a estar listo unos 20 días después, cuando la Feria ya hubiese finalizado. Narvaja me decía que esta situación es muy común en las editoriales. Incluso, estaba pasando exactamente lo mismo con otros títulos de Colihue que se presentaban en esos días.

Con mi discurso casi preparado, el jueves 7 de mayo, al mediodía, recibo una llamada que me puso los pelos de punta. Era Narvaja.

-          Le tengo que dar una muy mala noticia. Volvió a llamar este hombre Álvarez. Y además, me envió una carta documento[9]. Ahora me dice que usted ha reconocido judicialmente que tiene un contrato de edición con él (¿¿??), y que si llego a editar ese libro, me va a iniciar acciones legales. Ante esto, lo lamento mucho, pero ahora si, el proyecto de editar su libro lo voy a tener que mantener en stand by hasta tanto no terminen los juicios. Imagínese que papelón para la editorial si el día de la presentación se aparece un oficial de justicia y me incauta todos los ejemplares del libro…
-          ¿Qué ejemplares? Acuérdese que el libro todavía no está impreso…
-          Bueno, no importa. La editorial no puede tener gratuitamente un problema con la justicia.

HAC, que ya no podía insistir con la autoría y el registro de la obra, ahora inventa una nueva mentira: el supuesto contrato de edición que habría suscripto conmigo. No hubo forma de convencer al dueño de Ediciones Colihue, quién estaba decidido a no tener el más mínimo problema, mucho menos a causa de la edición de una obra que no era “Harry Potter”, sino un libro que se iba a ir vendiendo en reducida escala, principalmente dentro del pequeño mundo del ajedrez argentino.

HAC estaba seguro de haber dado la puntada final a su obra maestra: a cuatro días de una presentación del libro anunciada en todos los medios, con gente invitada, con todo absolutamente listo para el evento, no cabía otra alternativa para mi que llamarlo por teléfono, comunicarle mi rendición incondicional y preguntarle que era lo que él quería que hiciese. Era esperable que su pedido fuera dinero y su ansiada figuración como co autor o “colaborador” del libro, con su respectivo registro en la DNDA, lo que me obligaba a tenerlo como socio vitalicio de la obra. Lo que no pudo hacer con una maniobra dolosa que le salió mal, ahora lo tendría servido en bandeja por mí mismo.

Narvaja hasta me había dicho “Y porqué no arregla algo con este tipo. Si es por eso, cuente conmigo, yo le puedo regalar a él algunos ejemplares para que venda en su librería”. Pero a esta altura, y con todas las que me ha venido haciendo, lo último que podría llegar a hacer es levantar un teléfono o mandar un mail para negociar absolutamente nada. Una vez más, HAC había hecho una lectura errónea de la realidad. Tomé la decisión de iniciar mi “Plan B”. O mejor dicho, mi “Plan C” (menos mal que todavía quedan muchas letras en el alfabeto). Sabiendo que a cualquier editorial que fuese, HAC haría lo mismo que venía haciendo con Colihue, ahora lo iba a editar con un editor que no se asustaría con ninguna carta documento, mail o llamado. Y ese editor era yo mismo. Iba a encarar lo que jurídicamente se conoce como “Edición de Autor”.

HAC esperó en vano mi capitulación. Pasó el día programado, habrá verificado que parte de su objetivo se cumplió, ya que no hubo ninguna presentación en la Feria del Libro. Pero tampoco, ninguna oferta de mi parte. A la semana siguiente, una abogada que yo no conocía llamó a mi abogado para ofrecer, en nombre de HAC un arreglo judicial. Proponía pagarme $ 1.500 y su definitivo  paso al costado. A cambio, yo debía dar por cerradas las causas penal y civil. Por supuesto, rechacé. Esa cifra no me movía ningún amperímetro, y ya no me importaban más los temores de Narvaja ni de ningún otro potencial editor. Había iniciado mi propio proyecto, que lo iba a cumplir pase lo que pase. Por cuerda separada, pensaba –y sigo pensando- continuar la vía judicial hasta sus últimas consecuencias.

De todo esto último, lo único valioso era que HAC seguía generando fehacientes pruebas en su contra. En este caso, la carta documento, cuya copia me facilitó Narvaja y la agregué al expediente.

La justicia tarda, pero llega

El mismo día del llamado final de Narvaja me puse a buscar un diseñador gráfico. Y poco tiempo después tomé contacto con Rafael Clariana, un excelente profesional, que es profesor de Diseño Gráfico en la Universidad Católica. Como no contaba con ningún archivo digital generado por HAC, ni quise pedir los de Colihue, tuve que hacer todo por ¡tercera vez!, incluyendo el escaneo de las fotos, la verificación y corrección de partidas y hasta el proceso de corrección de estilo, que también había quedado en el PDF que había diseñado Pedró. Panno y otros amigos me ayudaron con la corrección de estilo, el control y corrección de las 64 partidas las dividí entre mis amigos ajedrecistas, entre ellos Diego Valerga, Guillermo Llanos, Maximiliano Ginzburg, Gustavo Glinz. Y el propio Oscar Panno. El costo del tercer y definitivo diseño gráfico, de calidad técnica muy superior al de Pedró, me salió $ 2.200.-, algo más de la cuarta parte de los $ 8.000 que había pretendido cobrarme HAC un año y nueve meses atrás.

En agosto de 2009 un furgón de la imprenta trajo a mi domicilio los mil ejemplares de 444 páginas cada uno, recién impresos, que debí subir a mi departamento en una infinidad de viajes en ascensor, atento al alto peso que tiene el papel.

Por fin, el 29/08/2009 se realizó en la Facultad de Ingeniería de la UBA, por iniciativa del amigo Juan José Pacheco, la presentación “Cero” del libro, con palabras mías, de Pacheco, del MF Gervasio Calderón (que comentó una partida de Panno) y del propio Oscar. Posteriormente, el 29 de septiembre, en el Club Argentino de Ajedrez se llevó a cabo la presentación principal.
Ante una concurrencia de unas 170 personas, la ceremonia completa puede verse en[10] el portal Youtube, filmada por el amigo ya mencionado, Federico Carabajal.

El 16 de abril de 2010 se realizó la tercera presentación en la Universidad de la Punta, Provincia de San Luis, ante un público muy numeroso, acto organizado por la WGM Claudia Amura. El evento duró tres días, contando incluso con una mega sesión de simultáneas y charlas técnicas a cargo de Panno, además de entrevistas televisivas. Tanto a Panno como a mi, nos trataron maravillosamente bien los puntanos.


En San Luis, a punto de iniciar las simultaneas Oscar Panno


Con gran trabajo, a lo largo de estos años he logrado vender el 97,6% de la edición, ya tengo que encarar urgente una reimpresión, aunque sea pequeña.



Levon Aronian (2° Jugador del Ranking Mundial - 2013) disfrutando de su ejemplar.


Hubo ventas a través de las tradicionales librerías de ajedrez de Leandro Plotinsky y Juan Morgado, las distribuidoras de la Editorial Ciudad Nueva, el Ministerio de Educación de la Nación y la Universidad de la Punta. Pero también hubo abundantes y trabajosas ventas cara a cara, “del autor al lector”, como dice el conocido refrán de la Feria del Libro. Me ocuparon mucho tiempo, me obligaron a ejercer una actividad –la de editor y vendedor- que yo nunca elegí, pero, en compensación, esta distribución persona a persona me hizo sentir muy bien, tanto Panno como yo hemos recibido comentarios muy elogiosos de los lectores.

HAC fue sobreseído en la causa penal, aunque sin que esa decisión judicial le otorgue derecho alguno sobre la obra. La justicia penal mandó a dirimir esta cuestión en sede civil, “ya que es una cuestión de índole económica”.

En sede civil, el 21/12/2012 mi abogado, el Dr. Sergio Díaz, con su minucioso alegato, completó el último paso procesal previo a la sentencia, la que salió a la luz el 24/05/2013 y ya ha quedado firme.

El juez realizó una profundísima evaluación de este complejo caso y dio lugar al 94% del monto que oportunamente reclamé como indemnización.

Puntos salientes de la sentencia:

  • No existió ni coautoría ni colaboración por parte de HAC ya que “De los elementos de juicio analizados fluye que el libro en cuestión constituye una obra individual que resulta ser de exclusiva autoría del accionante, ya que las actividades desarrolladas por el demandado e incluso por Fernando Pablo Pedro, deben quedar emplazadas en la órbita del negocio de edición”.

  • Así surge lo afirmado por los testigos presentados por ambas partes, entre ellos Panno y el empleado de HAC Pedró. El primero, ante la pregunta de “Cuál ha sido la labor creativa de HAC en el libro”, respondió que “no le consta”. Y Pedró, a pesar de estar sospechado de parcialidad por haber admitido en su testimonio “que era empleado” de HAC, respondió de manera muy general a la hora de referirse a los supuestos aportes creativos de HAC al libro. Ante la pregunta de mi abogado para sobre cuales eran, concretamente, dichos aportes, sólo se refirió a que sugirió incluir un capítulo sobre “la variante de Panno en la defensa india del rey” y que “consiguió algunos de los maestros que comentaron partidas en el libro”, aunque sin especificar cuales.

Ante un juez, el juramento de decir la verdad y riesgos de sanciones penales si no lo hace, ya no se animó a hablar de “que la idea del libro…que el título y plan de la obra…que la mayoría de los temas…y que  el trabajo literario –arduo, muy arduo por cierto” eran de HAC y del propio Pedró, tal como lo afirmase HAC en su lamentable mail con copia oculta del 12/02/2008.

  • También la sentencia puntualiza que “…es en ese contexto que debe analizarse la participación de los maestros de este juego que comentaron las partidas, sin que a ninguno de ellos se le ocurriera reclamar para sí derechos de autoría o colaboración, como sí lo pretende equivocadamente el accionado, pese a que la actividad que desplegara se halla muy lejos de reunir los requisitos que la legislación exige para encuadrar en la mencionada figura del colaborador”.

  • En otro párrafo, puntualiza: “Ello así, considero que el demandado deberá responder por los perjuicios ocasionados al accionante, ya que con su intervención, frustró la edición del libro en la editorial Colihue y privó así al accionante de los importantes beneficios que era dable esperar de ese negocio. Máxime si se pondera que, más allá de lo que luego se aclara al tratar el daño moral, inscribió la obra también a su nombre en el Registro Nacional del Derecho de Autor, lo cual constituye una conducta criticable, que no resulta soslayada por las razones que esgrime en este pleito el emplazado para justificar tan reprochable proceder”.

  • Otro pasaje de la sentencia: “En resumen, la imposibilidad de llegar a la celebración del contrato de edición con el demandante, por las diferencias surgidas en el curso de las tratativas, de ningún modo lo habilitaban a llevar adelante esa actividad dañina en contra del autor, arrogándose sobre la obra derechos que nunca tuvo, lo que a la postre se erigió en el valladar del contrato que el demandante pretendió celebrar con la mentada editorial”

  • El costo para HAC de su accionar ilegal le significará pagar unos $ 45.000, aproximadamente, entre la indemnización que me debe, los intereses y las costas judiciales. El Juez ya dictó la inhibición general de sus bienes.

En esta historia, HAC siempre llegó tarde en su doloso proceder. Cuando quiso solicitarme aquél no aclarado desembolso de $ 3.000.- yo, que estuve atento y me la venía venir, no se lo entregué. Luego, ante su intención de quedar como dueño del libro inscribiéndolo como propio, también llegó último, ya que yo había hecho uso de mi legítimo derecho antes. Su intento de impedir que finalmente editase el libro al plantarse ante Colihue, también salió mal, porque –con gran esfuerzo de tiempo y dinero- pude concretar mi edición personal de la cual queda sólo una treintena de ejemplares pendientes de venta. Por último, tampoco tuvo éxito su intento de hacerme quedar públicamente como un ladrón al acusarme de que “le había robado un trabajo grupal de más de tres años”, porque en la comunidad ajedrecística ese concepto no es compartido, y todos tienen pleno conocimiento de quién es HAC, y todos saben que el libro es de mi autoría.

En definitiva, un excelente aporte que puede producir quien ha perjudicado tanto a su ambiente, es obsequiarnos a todos su retiro del mismo.





[1] Del testimonio de Gustavo Glinz: Que a fines del 2007 -2008 el actor le comunica al testigo que tenia pensado editarlo el libro que habia escrito con el Sr. Alvarez y que este le habia pedido un adelanto de $16.000, entonces el testigo le dijo que Alvarez no tenia experiencia en edicion de libros, que el acuerdo con los cooperativistas se le habia terminado y que si le adelantaba el dinero mencionado lo mas probable seria que fueran a parar a la cuenta de perdidas.


[2] De: Alvarez Castillo <alvarezcastilloh@yahoo.com.ar>
Para: Enrique Arguiñariz <ejachess@yahoo.com> 
Enviado: Miércoles 9 de enero de 2008 13:05
Asunto: Datos Cheques

E.
    Los cheques deben salir con estos datos: El de $ 6.000.- a nombre de Verlap y el de $ 3.000.- a nombre de Editorial Candil (que también hace trabajos para afuera en el área de producción de libros.)

   Cuando los tengas, con el acuerdo por la financiación, avisame.

   Saludos, Héctor



Héctor Alvarez Castillo
Maestro Nacional - Federación Argentina de Ajedrez
Naturalista - Asociación Ornitológica del Plata
http://www.opusalvarezcastillo.com.ar

[3] Del testimonio del Sr. Peralta: Quien cobra los trabajos que se hacen por fuera de su empresa: Contestó que lo reciben las empleadas administrativas o en su caso inclusive puede ser el testigo.
Que conocimiento tiene acerca de la existencia de Editorial Candil. Contesto: que ninguno, puede haberla visto en un listado de clientes, pero no tiene ningún contacto ni relación.


[4] De: Alvarez Castillo <alvarezcastilloh@yahoo.com.ar>
Para: Enrique Arguiñariz <ejachess@yahoo.com>; Enrique <enriquearguinariz@arnet.com.ar> 
Enviado: Lunes 14 de enero de 2008 16:25
Asunto: Respuesta urgente por Panno

Hace unos horas te escribí, pero se rebotó como casi siempre. Te comento que me acaba de llamar mi corredor y necesito terminar bien esto ahora, sino estoy haciendo un papelón gratuito, con la mejor imprenta que hallé gracias a la calidad y seriedad con la que trabajan.
Te paso el mail original, en respuesta al tuyo.

E.
   
   
     Tené en cuenta que lo bueno de comenzar ahora era aprovechar el
vacío de enero y ya estar avanzados cuando comienza la actividad
editorial de febrero para marzo.
      No sé cuáles son los móviles de Sergio para cambiar de opinión,
pero yo dejé -independiente de mi obrar- una mala impresión en Verlap, y
el presupuesto es para ahora. No va a ser el mismo en febrero. El presupuesto nace no sólo del trabajo en sí, sino del faltante de trabajo. de ahí que para mil ejemplares de un libro con la calidad del de Panno, tapa full de 230 grs., hayamos estado casi a los antiguos valores. Esto es un sueño para dentro de tres semanas o cuatro.
      Yo estoy hoy hasta las 21 hs. en Dickens Urquiza y, si queremos
mantener los términos generales, me parece que hay que decicir esto
ahora.
      Los cheques, de $ 2.000.- y de $ 6.000.- y el restante de $
8.000.-, se pueden manejar con cierto aire. Los primeros en enero y el
segundo para fin de febrero, incluso primera semana de marzo; ya que Verlap a su vez lo pasa. Hay que tener en cuenta que si cambia el
presupuesto, que seguro ocurrirá, no se puede llevar ese aumento al pvp., con
lo cual financieramente la situación empeora.   
      Saludos, H.

Héctor Alvarez Castillo
Maestro Nacional - Federación Argentina de Ajedrez
Naturalista - Asociación Ornitológica del Plata
http://www.opusalvarezcastillo.com.ar


[5] De: Alvarez Castillo <alvarezcastilloh@yahoo.com.ar>
Para: Enrique Arguiñariz <ejachess@yahoo.com>; Fernando Pedró <metajedrez@yahoo.com.ar> 
Enviado: Lunes 4 de febrero de 2008 16:06
Asunto: ¿Qué hacemos con el libro?

E.
  
    Te escribo por última vez, ahora que entiende has regresado de tus vacaciones. Yo tengo que saber en estos días qué hago con el libro dedicado a Panno, porque ya no queda tiempo para perder con respecto a la Feria del Libro, que es donde me interesa especialmente que esté, como editor. Por otra parte, si viene una suba de papel de las habituales, va a ser imposible emprender su edición.

   Te propongo -luego de los desajustes de los últimos meses- las dos posibilidades que junto a Fernando estamos en condiciones de convenir:


   A) Edito el libro con una adquisición, con antelación, de tu parte de 400 ejemplares, con el descuento del 60 %, ya incluidos los Derechos de Autor, sobre el pvp de $ 62.- A pagar esto con cheques a Verlap S. A. a 15 y 30 días, respectivamente. 

   B) Adquirís el paquete de diseño y corrección a Fernando y a mí por $ 8.000.-

   Si te interesa el punto A) -repito-, es esencial no perder días para mantener en lo posible el costo de hace 30 días atrás.

   Podés dialogar sobre esto con Fernando, tanto conmigo.

   Saludos, H.



Héctor Alvarez Castillo
Maestro Nacional - Federación Argentina de Ajedrez
Naturalista - Asociación Ornitológica del Plata
http://www.opusalvarezcastillo.com.ar
Bauness 2610 - Buenos Aires 
Tels. (011) 4757-3263 ó (011) 4523-1305

[6] De: Alvarez Castillo <alvarezcastilloh@yahoo.com.ar>
Para: Enrique Arguiñariz <ejachess@yahoo.com> 
Enviado: Martes 12 de febrero de 2008 13:45
Asunto: Colihue y edición del libro: Panno x 64 

Enrique:


   Disculpá que haya tardado algunos días en responder tu mail del miércoles 6 ppdo. En verdad la demora se debió, ante todo, en que me sorprendieron tus términos generales y tu visita a Colihue.

   Sobre esto último voy a ser breve comentándote que el dueño del sello niega lo esencial de tu comunicación. Si bien acepta haber conversado con Oscar Panno acerca del libro en su homenaje, niega conocerte y haber aprobado los originales.

   En segundo término, y más importante por lo que significa. No entiendo tu actitud de intentar adueñarte de un trabajo grupal y exhibirlo como si te perteneciera. Además de ser un delito, es muy triste de tu parte que luego de tres años de  labor conjunta, y de haber logrado como producción de Fernando, tanto como tuya y mía, el libro que a todos nos interesa, cuando se ha dado la puntada final, lo quieras transformar –tan sólo por un gesto temerario – de tu exclusiva autoría.

   Bien sabés –y no sos el único que lo sabe dentro de la comunidad ajedrecística y fuera de ella– que la idea del libro, así cómo se realizó, fue mía, que el título y plan de la obra son de Fernando y míos, que la mayoría de los temas fueron dados por Fernando, que el trabajo literario –arduo, muy arduo por cierto– es tanto de Fernandocomo mío, que el grabador donde se dejó testimonio de las respuestas, para dar un ejemplo menor, es mío, y así en adelante una larga lista que dejo a tu memoria para no agobiar tu adormecida conciencia.

   Tanto Fernando como yo queremos evitar una demanda y cuestiones ajenas a la producción autoral como a motivos de índole editorial, pero, es claro, que no podemos quedarnos de brazos cruzados si por tu lado aparece otro intento de estafa.

   Vos en tu último mail decís que no aceptas mis dos últimas propuestas. Yo por mi parte, dado los últimos sucesos, te comento que ahora queda a tu disposición una sola: La edición de la obra. No hay venta ni cesión de ningún tipo, por ningún monto. Como Editor me sigue interesando dar a la imprenta inmediatamente el libro para que esté finalizado para la próxima Feria del Libro. Y mantengo la última propuesta, muy poco distinta, por cierto, a la tuya de hace tres años.

    Lamento, realmente, los sucesos de tres meses a esta parte, en especial, los últimos, como tu desgraciado intento del sábado último de, digamos, “comprar” a Fernando. Considero que nunca entendiste nada de nada, pero eso ya ha dejado de ser cuestión de mi interés. Como ajedrecista que somos te comento que tu conducta me hace pensar en alguien que, por apuro de tiempo, falta de temple y talento, se cuelga pieza tras pieza, movida tras movida.

   Si ya no cumplís con nada de lo voluntariamente prometido, dudo que jamás se publique libro alguno igual o semejante al que vos, Fernando y yo, por no sumar al maestro Oscar Panno, hemos dedicado numerosas horas a lo largo de estos últimos tres años.

   Llegó el momento en que, como persona ya entrada en años que sos, resuelvas realmente qué querés hacer y que dejes de cambiar de idea y plan semana tras semana. Cuando tengas una madura decisión volvé a comunicarte conmigo. Pero, por favor, no involucres más a terceros ajenos a nuestras conversaciones y acuerdos.

   Mis saludos, Héctor Alvarez Castillo

Héctor Alvarez Castillo
Maestro Nacional - Federación Argentina de Ajedrez
Naturalista - Asociación Ornitológica del Plata
http://www.opusalvarezcastillo.com.ar
Bauness 2610 - Buenos Aires 
Tels. (011) 4757-3263 ó (011) 4523-1305



Héctor Alvarez Castillo
Maestro Nacional - Federación Argentina de Ajedrez
Naturalista - Asociación Ornitológica del Plata
http://www.opusalvarezcastillo.com.ar
Bauness 2610 - Buenos Aires 
Tels. (011) 4757-3263 ó (011) 4523-1305


[7] De: Alvarez Castillo <alvarezcastilloh@yahoo.com.ar>
Para: ENRIQUE <ejachess@yahoo.com> 
Enviado: Domingo 23 de marzo de 2008 2:42
Asunto: Sobre varios

Lamento decirte que ya es tarde para considerar autorizar al dueño de la idea  de un proyecto sobre la realización del mismo. En todo caso, yo y Fernando deberíamos autorizarte a vos, cosa que no lo haremos por motivos que sobran enumerar y ante ninguna circunstancia.
A mediados de abril te hago llegar un ejemplar de la obra.
Realmente, te has portado como dice Fernando. Me hubiera gustado que tus actos no le hubiesen dado tal razón, pero vos tenés libertad de obrar según tus posibilidades, más que según tus capacidades.
Sos un ser increiblemente desagradecido. Lo lamento por vos.
No tengas problemas en cuanto mis comunicaciones telefónicas, siempre me aburrí de hablar con un ser latoso y repetitivo.
Mis saludos, Héctor Alvarez Castillo.

[8] El correo de la llamada 5, enviado el mismo día de su registro ilegal, 04/02/2008, comienza con la frase “Te escribo por última vez, ahora que entiende has regresado de tus vacaciones”. Clara prueba de que cuando va a efectuar su acto delictivo, sabía perfectamente que yo había regresado.